Ernesto se equivocó de largo al calcular que la sala José Félix Ribas del Teresa Carreño sería espacio suficiente para albergar a sus invitados que el miércoles pasado acudieron a la presentación de su libro “Abril, golpe adentro”.
La convocatoria era a las seis de la tarde, pero mucho antes me cuentan que ya había una enorme cola de gente. Yo llegué a las seis y media y había una aglomeración (un tumulto) de personas en la entrada de la sala, cosa que al voleo atribuí al hecho de que los trabajadores del teatro hubieran saboteado el ingreso, virtud de los cartelones pegados en las paredes exigiendo reivindicaciones contractuales.
No. Ese gentío era el que se había quedado afuera, pues en la José Félix Ribas ya no cabía un alfiler. Esta inusual circunstancia llevó a Ernesto a salir y primero bautizar su libro entre la muchedumbre que afuera anhelaba ingresar. Luego regresó e hizo un segundo acto formal. Los ejemplares que estaban vendiendo en las afueras, no duraron un suspiro. Ojalá que de verdad Mercedes Chacín haga sus mejores esfuerzos por conseguirme uno.
Que yo sospeche, ningún escritor (u ensayista) de este país es capaz de llenar medianamente ese recinto. Porque colmarlo significa que estamos en presencia de un best sellers. Creo, de hecho, que el único que puede hacerlo es Chávez. Yo he estado en ese mismo lugar para otros bautizos y aquello siempre ha estado escaso de gente.
Por tanto, imagino que esa noche Ernesto no pudo conciliar un buen sueño de tan abrumado por tan abrumadora e inesperada pero afortunada respuesta, seguramente fruto de la confianza que ha sabido ganarse en el desempeño de su oficio periodístico y del cariño labrado con la gente.
Ya quisiera un político de cualquier pelaje tener esa convocatoria que arrastró Ernesto el miércoles. Por tanto, la primera reedición va a tener que presentarla en El Poliedro.
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