El hecho pedagógico es quizás el factor más importante en la vida de cualquier ciudadano. La educación que reciben los niños, niñas y adolescentes, y especialmente éstos últimos, se encuentran vinculados con una realidad socio-histórica en la cual los medios de comunicación, la informática y los avances tecnológicos son los principales factores generadores en sus cambios de conducta.
De hecho, en el caso venezolano, y en vista del aumento de las cifras y los niveles de violencia que han venido ocurriendo en las instituciones educativas y otros espacios de la sociedad, cuya participación de adolescentes ha sido inevitable; recientemente, y de manera acertada, la Asamblea Nacional prohibió la venta y acceso de juegos bélicos en todas sus presentaciones, incluyendo las digitales. Caso concreto, era común observar a los adolescentes practicando, por no decir disfrutando en los mal llamados “cybers”, acciones “guerreristas”, cuyo vocabulario escindía palabras como: balas, disparos, armas, bombas, heridos y muertos.
Paradójicamente, el Ministerio del Poder Popular para la Educación, dependencia que ha creado las brigadas por la paz o la conservación ambiental, sorpresivamente y de manera conjunta con el Ministerio de Comunicación ha creado un plan “piloto” en el cual un grupo de 75 adolescentes conforman la llamada “guerrilla comunicacional”, con el supuesto propósito de ayudar a “combatir” la desinformación y terrorismo mediático que generan factores adversos al gobierno nacional. En tal sentido, lo que hubiese podido convertirse en una acción positiva para el desarrollo educativo al crear auténticas brigadas de comunicación, se ha politizado, no sólo por llamarlas inadecuadamente “guerrillas”, lo cual deriva en que sus miembros se han convertido en “guerrilleros”, y en la incursión de palabras que violan doctrinas y disposiciones de la propia ley que prohíbe la venta de juegos y juguetes bélicos, así como orientaciones de la Ley Orgánica para la Protección de los Niños, Niñas y Adolescentes e incluso la recién aprobada Ley Orgánica de Educación.
Asimismo, ignoro por qué; si lo que se pretendía con el nombre de estas brigadas era orientarlas por una conducta de “batalla”, bien se hubiesen podido llamar “ejércitos comunicacionales”, lo cual no sólo les daría relevancia histórica y de Identidad Nacional, sino que en pleno período bicentenario, y en fecha previa al 19 de Abril; complementarían adecuadamente una política distinta en el aspecto informativo de la educación, en virtud de que el ejército desde nuestra época de independencia, ha sido y sigue siendo un grupo formado para la independencia y el resguardo de nuestra soberanía.
Párvulas y contradictorias, respectivamente, resultaron las declaraciones de la Jefa del Distrito Capital y el Ministro del Poder Popular para la Educación. La primera por decir que la idea se centra en que nuestros jóvenes aprendan a utilizar videograbadoras y equipos celulares, cuando cualquiera de nuestros adolescentes no sólo operan con destreza tales equipos, sino que nos enseñan con habilidad notoria el manejo de la tecnología. En el caso del segundo, se equivoca el ministro cuando afirma que nuestros adolescentes deben “disparar”, para seguidamente aclarar que todo es una “metáfora”. Sería interesante conocer si la mayoría de esos adolescentes juramentados en tal “guerrilla” conocen e interpretan el significado de una metáfora.
No podemos obviar, que cualquiera de estos adolescentes al utilizar estos equipos, debidamente adquiridos por las autoridades del Distrito Capital, se convierten en potenciales víctimas del hampa, ya que los delicuentes inequívocamente se encuentran infiltrados en cualquier área de Caracas o ciudad del país, razón por la cual, deben vigilarse las salidas que realicen estos adolescentes al momento de buscar la “verdad”.
Soy docente y padre. Manifestar de manera autocrítica nuestra preocupación por una decisión de crear unas brigadas necesarias, pero inadecuadas en su implementación, no pueden extrapolarse de esa manera al resto de las instituciones educativas. Errar es de humanos, rectificar es de sabios. Las autoridades correspondientes tienen la palabra.
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