Convenio Cuba Venezuela: El vuelo de la vida

Ya ninguno de nosotros éramos nosotros, apenas y tan solo sombras que la luz del pasado proyectaba sobre las calles solitarias. Sombras tan solo de lo que fuimos algún día. Ahora nos llamaban drogadictos, lateros o indigentes, todos nos habrían el paso al caminar, pero por asco o por miedo. Lo que quedaba de nuestras almas sentía caer sobre si las miradas llenas de culpa, los dedos señalando y excluyendo y sentenciando nuestra condición de chatarra inservible, el asco, como si la culpa fuera nuestra.

Ya ninguno de nosotros éramos nosotros, pero si lo éramos. Vivíamos dentro de aquellos cuerpos con las uñas mugrosas y los harapos de ropa, adentro del destierro al que la droga nos confinaba. Viajábamos en los barcos hundidos las profundas aguas de la soledad, la esclavitud y el asco; encadenados a las ansias compulsivas y a la rabia a una especie humana tan poco humanitaria, mas bien vengativa y lacerante, quizá tan solo el llanto de las madres o los hijos nos podían hacer sentir culpables, nada de lo demás nos invitaba al retorno sino al abismo.

Así y todo llegamos al Palacio Blanco en Miraflores, cada uno en su madrugada luego de recibir un aviso dos o tres días antes que fue como la llamada del ángel de la guarda que nunca habríamos conocido, todos, en distintas fechas fuimos llamados a Palacio.

Del fondo del pozo salio nuestra alma a tomar aire cuando ya creíamos que estábamos ahogados. No tuvimos tiempo de creer que era cierto y menos tuvimos tiempo para maleta alguna, llegamos hediondos a alcohol, a vapores de piedra o temblores de heroína, llegamos sucios e intoxicados, en silencio y llenos de miedo.

Unos un mes, otros el otro, unos un año, otros el año siguiente, por separado, estábamos sentados en el salón gobernadores en silencio, mirando atemorizados, pero éramos nosotros, alguien decía nuestro nombre y era verdad, nuestro nombre por primera vez estaba escrito en una lista, estábamos dentro de Palacio sin tener certeza de a donde nos llevaban: era a Cuba, era el vuelo del Convenio Integral de Salud Cuba Venezuela que nos embarcaba para dar respuesta a nuestro pedido de auxilio. Nadie nos decía nada excepto los trámites de embarque. Teobaldo, un bombero que según el mismo se califica: “apaga incendios y prende fiestas” amenizaba el salón recibiéndonos a todos, los otros pacientes estaban en sus sillas de rueda o en camillas, todos con caras de susto y de miedo por sus vidas, todos éramos los marginales de la salud capitalista, los pobres y los culpables de siempre, los que no tenían dinero para pagar una clínica privada, un trabajo con HCM y nosotros, la escoria de la sociedad que no podía creer lo que estaba aconteciendo

Luego de la bolsita de plástico con su desayuno adentro, habló Jhonny Ramos, un quijote joven, desgarbado, flaco con ojos de colores y voz fuerte que daba la bienvenida con tono de regaño, repartiéndonos a nosotros las culpas de los desafueros que hicieron los pasajeros del último vuelo para que no fuéramos a repetirlos. Las muchachas del Convenio y Jhonny me parecían las azafatas y el Capitán de aquel inimaginable vuelo que me saco de la sombra.

Cuando los motores empezaron a girar con fuerza y empezó a moverse la nave supe que mi vida estaba cambiando, aquel era el vuelo de mi vida. A mi no me da pena decirlo. Pena me da haber perdido años recogiendo latas y revisando basureros, madrugando noches para enriquecer a los jíbaros, para nada me da pena lo que viví aquella madrugada en el Palacio Blanco.

Siete meses en Cuba, la isla hermosa de Fidel, del Che, de la caña, Holguín inolvidablemente verde de palmeras y azul aguamarina de Guardalavaca, siete meses respirando aquel aire puro y limpio de una isla sin contaminación y recibiendo los amores cálidos y sencillos de las enfermeras, las cocineras, los doctores, que antes que otra cosa siempre fueron amigos. Siete largos meses donde mis piel brillo de nuevo, donde mi cuerpo y mi espíritu comenzaron este vuelo hermoso de mi propia vida.

Nunca tendré palabras suficientes para describir aquel milagro, ni siquiera para contarlo para que se repita en nuestras tierras, no hay palabras capaces, ni llanto, ni sonrisas. Hay un hermoso ser que soy yo mismo, anclado para siempre a la vida, que diariamente respira la felicidad gracias a Cuba, a aquella madrugada en el Palacio Blanco, a Jhonny Ramos, a Alejandrina, a Ramona, a Elizabeth, a Iris y a Teobaldo el bombero cantante.

Cada semana ahora, tiene un día que es para nosotros el mas hermoso, un dia que comienza a las tres de la mañana: es el día del vuelo a la vida.

Hoy somos todos aquellos que llegamos poco a poco y temerosos a montarnos en el vuelo que hemos vuelto altaneramente altivos y enamorados de la vida, que nos pusimos el nombre de mujeres y hombres Nuevos en nuestro colectivo Fundación Hombrenuevo: todos los que recuperamos el habla y el espíritu, mas nuestras familias y amigos que marchamos adelante, dando y no pidiendo un compromiso inmortal con nuestra patria.

Formado por el amor y la unión de muchos de aquellos que volamos el vuelo de la vida: mujeres y hombres que regresamos a Palacio a dar con nuestro trabajo voluntario la ayuda posible, con la sonrisa y el amor hacia cada enfermo, vamos a dar las gracias por nuestra propia vida y a darle esperanza a los niños, mujeres, hombres y ancianos que se van en cada avión del Convenio a buscar salud en nuestra Cuba.

Quiero escribirle a todos los que cada semana vamos a Palacio, a la gente de Jhonny Ramos, coordinador del Convenio, a sus muchachas y muchachos, a los bomberos, a los cursos, a los funcionarios de salud de todas la Alcaldías que vienen a traen la gente de sus regiones y a mis infatigables compañeros de la Fundación Hombrenuevo para que sigamos adelante, siempre adelante en esta hermosa tarea de restituir salud a nuestra patria y de lograr sonrisas en las caras de nuestro pueblo.

Quiero dar las gracias a nuestro Comandante Hugo Chávez Frías y al Comandante Fidel Castro por este vuelo constante que cada semana se llena de alegría por la vida.

Patria, socialismo o muerte: VENCEREMOS.

Fund. Hombrenuevo.
brachoraul@gmail.com


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Raúl Bracho


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