Como es hábito ya en el sector soñador de la oposición venezolana, Chávez “está caído”, tiene miedo, seguramente anda buscando un lugar para exiliarse, de cara al evento electoral asambleísta que se avecina. Increíblemente se oye semejante historia desde el año 2.000, cuando se empezó formalmente a conspirar contra un líder que venía a enrarecer la meliflua paz de los muertos de la venezolana Cuarta República. “Aquí nada cambia, todo sigue igual de próspero, eso de los cambios es mentira” ─parece oírse una voz.
Y ocurrió lo que hemos testimoniado es historia: el presidente “caído de la mata” se ha impuesto en cada combate electoral al que ha llamado (a excepción de uno), cultivando ya un racimo de más de diez victorias. Pero, insólitamente, en el contexto de una conversación digamos inteligente en la calle, usted puede oírla todavía, sin ningún tipo de pudor de parte del quien habla, como si abofeteara tus sorprendidas neuronas, locuazmente, irremediablemente concluyendo uno que lo que hay es fanatismo u odio donde sospechó inicialmente inteligencia o moderación.
Lógicamente, es la humana negación entrando en acción, como típico mecanismo de defensa. Negar es poder, ser, permanecer, vencer. Tal hay que decirlo en descargo de semejantes señores opositores, desde que se sabe que el hombre, en individual, con un televisor al lado, en una cámara de tortura abarcándolo, confundido en medio de una masa humana, es susceptible de manipulación, de estupidación, por más coeficiente intelectual que ostente. Ya lo decían los nazistas: la masa es estúpida. En lo personal conozco a varias eminencias graduadas en ominosos sitios del “saber” que no tienen empacho en proclamar su “agudeza” al mundo.
Como si hubiera una inteligencia convencional y académica (esa que como maquinaria de reloj se usa para la resolución de problemas) y otra emotiva, de carácter social y cultural, ideológica, afectiva (esa que se usa para afrontar los problemas del alma), que bastante puede hablar de la madurez psicológica de un individuo y bastante, también, puede con su subjetividad barrer de un plumazo cualquier construcción estrictamente lógica que se ice sobre el ruedo. Es decir, que si soy una criatura internamente desequilibrada (iba a decir disociada), pobrísima en afecto y calidad humana, de nada me valdrá el haber ido a sacar veinte puntos en una universidad (donde se me mide básicamente la lógica) para tirar por el suelo cualquier construcción de la ciencia si le parece de mal gusto al muchachito malcriado que cultivo por dentro.
Si científicamente la pared es roja, caramba, a mi no tendrá que parecérmelo obligatoriamente, simplemente porque no quiero, porque me causa malestar, porque todo en la vida es refutable, porque el rojo no es, pues, el color, porque yo soy así personalmente, porque probablemente desde otra dimensión las sustancias componente del dicho color pueden tener otra química y rendir otra tonalidad. Y punto.
Tal es, pues, el tama loco del que hablamos. El presidente Hugo Chávez está caído porque yo, opositor venezolano, lo decreto así, espiritualmente, como si siguiera el consejo de un extraño libro metafísico. “Decreta tu verdad y cancela las objeciones”. Es una cuestión del alma: ni inteligencia ni títulos universitarios han perturbar la implacable corriente y verdad de los espíritus. Yo creo y es cierto. Yo.
En Venezuela la oposición política se divide en dos tipos de negadores: los que (con mucho poder) inventan la mentira para negar una verdad y los que creen en ellos (gente sencilla, del pueblo, por lo general), los que no tiene otra profesión que creer. Como decir, sin faltarle el respeto a nadie, dejado llevar por el entusiasmo metafórico de las palabras, los dueños del circo y sus payasos. O sea, gente que en efecto está aterrada por el advenimiento de un real sistema de cambio que ha empezado a enfriarle sus inveterados manjares y gente que vive adosada a ella, timorata, incapaz de apostar al futuro, de desembarazarse, sin otra visión de vida que el esclavismo que inocula el capitalismo y que cree a pie juntillas que los distintos nombres que disimulan la explotación humana es realmente progreso.
He oído con sorprendida conmiseración cómo gente que nunca ha tenido un carrizo ni tiene nada en el presente exclama del modo más franco que con Chávez el país se está yendo a pique. Esto para juzgar los hechos desde el ángulo predilecto del capitalismo salvaje: tener o tener. O sea, personas políticas que apuestan lo que no tienen ni nunca han tenido para defender el sistema que los ha empobrecido. ¿Duro de digerir, no? Pero, ya dijimos, el asunto se comprende por esa susceptibilidad de los humanos a ser manipulados a través de diferentes medios y formas que otros más poderosos le instalen entre ceja y ceja.
Y he oído también a los reales timadores de la historia: los que con su poder político y mediático le colocan un medio de manipulación al pueblo sobre su cabeza para pervertirlo, encauzarlo, borregalizarlo. Para que vaya contra sí mismo, hasta en contra de su propia vida e interés si es posible, como se sabe lo logran las medidas de shock político y psicológico aplicadas a las masas, resabios del viejo experimento nazista de considerar estúpido al hombre sumido en agrupaciones, perdido de su individualidad, dócil creyente en una mentira hecha verdad después de repetirla diez mil veces. Burla por la noción “humanidad”.
Son estos timadores los que hablan de desempleo, pobreza, desastres, quiebra, hambre, analfabetismo, caos, por razones que huelgan explicar. Pronuncian las palabras a conciencia, con el pleno cálculo de la mentira que paren, a sabiendas que en la mayor de los rubros que ellos mencionan los organismos internacionales calificadores han declarado superación o progreso. Ejemplos sobran: índice de desarrollo humano, desigualdad social, alfabetismo, educación, salud, disminución de la pobreza.
Pero sepamos su cuento: cuando digan “perdida de empleo” no se refieren a los tontos que los siguen, sino a ellos mismos, que ya no pueden emplear a tantos pendejos para explotarlos como tradicionalmente lo han hecho. Cuando hablan de pobreza se refieren a ellos mismos, pero no porque los muchachotes no tengan qué comer, sino porque el sistema político les cambian y ya no obtienen las groseras ganancias de antes. Cuando hablan de libertad de expresión no es porque ellos o el pueblo no puedan decir lo que piensen, sino porque sus mentiras manipuladoras ya no someten y pierden a tanto idiota como antes. Etc.
Son ellos, la minoría explotadora, los que se hunden, junto a su amado sistema esclavista. El mundo cambia, como cambió el país, pero no cesan en el lamento desestabilizador que practican desde que sintieron su piso de prebendas temblar. Se hunden e invitan a sus tontos seguidores a hundirse también, con toda la capacidad de perder mundos que desarrollaron con su dinero y sus universidades. Aún con grandes poderes económicos, embaucan a muchos desprevenidos con sus aventuras y manipulaciones. Véase y no se vaya tan lejos, para terminar: échele un ojo nomás al banco que se acaba de intervenir, sin real para cubrir a los ahorrista pero cubierto en sus fondos por el gobierno.... Vea, piense, vea… ¿Con que resultado? Los ahorristas despotricando de quien le paga sus ahorros (el gobierno) y adorando a los bandidos banqueros que les montaban una celada de mayor quiebra y que actualmente huyen en el extranjero.
¿En virtud de qué semejante preciosura de lógica y pensamiento, apoyando a quien golpea y escupiendo al quien ayuda? Lea el artículo de nuevo para que consiga la respuesta.
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