Sale del restaurante El Vicio, uno de los restaurantes más caros de Caracas, baja al estacionamiento y el parquero se acerca con su Audi 2010, le abre la puerta a Senona Mamerta Brillemburg, luego sube al auto y arranca.
Mientras maneja, John Vicente Salvatierra va pensando en el juego de fútbol que pasan en la tarde. Sube por la avenida Luis Roche y entra al Country Club, allí, en la Quinta Añorgada, deja a su amiga Senona Mamerta y le da las gracias por haberlo acompañado a almorzar. Y sigue rumbo a Santa Paula, a su lujoso apartamento, donde lo espera una pantalla de plasma de 52 pulgadas para ver el juego
Sube en el ascensor que lo lleva directo a su apartamento y una vez allí enciende el televisor y lamenta que Globovisión no esté pasando los juegos. Pasa por Meridiano TV, Venevisión y Tves, allí se detiene y dice. “Qué vaina es esa. Estos marginales también se empataron en el mundial. Los chavistas están apareciendo por todas partes”. Cambia de canal y se va a uno internacional. El juego no ha comenzado. John Vicente aprovecha y va al balcón de la oligarquía, y viendo el Waraira Repano –el Ávila– imagina en voz alta: “La oposición lleva el balón y el gobierno quiere quitárselo, pero la oposición inteligentemente dribla y lleva el balón hasta el CNE, desde allí sigue avanzando y llega a las urnas el 26 de septiembre, la oposición viene como un solo hombre, un solo equipo, se acerca al arco y gooooooooool de la oposición”.
Se agacha y se levanta, está haciendo la ola John Vicente cuando escucha una voz que le dice: “Se volvió loco, vecino”. Es la señora del apartamento de al lado que lo escuchó mientras estaba narrando su partido personal. Él le dice que está imaginando cosas, y que de repente el dictador también me tiene loco. La vecina dice que va al equipo de Estados Unidos en el mundial y que “ojalá no gane Argentina, porque el Maradona ese es un chavista degenerado”.
Después de ese diálogo John Vicente se acerca a su poderosa nevera de tres puertas, abre una de ellas y saca un Cundeamor que un margariteño le trajo de la isla, ve el Cundeamor y dice: “Coño, este país sí es arrecho, ¿quién ha visto una fruta más sabrosa que ésta en otro lado?” Le da un mordisco y el Cundeamor se deshace en su boca: “Dios mío, esto es un placer de los dioses, lástima del tirano que tenemos”.
Desde el balcón, la vecina le dice. “¿Por qué no viene a meter un gol, vecino?”. John Vicente sale hacia el apartamento de la vecina, y al rato se escucha un grito que estremece el vecindario:
Gooooooooool de la oposición.
robertomalaver@cantv.net