La línea de algunos obispos venezolanos, no debo decir todos, aunque el que calla otorga, está envuelta en lamentable y triste contradicción. Lo decimos sin intención de establecer relación con las formalidades del conflicto que envolvió al presidente, nuncio apostólico, cardenal Urosa y monseñor Mariano Moronta.
Esto último, los estilos, procedimientos para expresar opiniones, no las opiniones mismas, pero si lo estrictamente conceptual y su apego a la verdad, son harina de otro costal que siéndolo merecen tratamiento aparte. Particularmente, la ligeraza y simpleza del cardenal al caracterizar al gobierno venezolano de comunista, lo que no es nuevo, pues lo viene haciendo desde los tiempos del referendo por la reforma constitucional. En este sentido, más que como vocero de la iglesia de todos, chavistas, nini y antichavistas, menos como científico social o ideólogo, actúa cual común agente de partido político y con fines estrictamente proselitistas. En eso no parece comportarse a la altura de su investidura y cultura que uno supone debe atesorar. Mario Moronta, sabe bien esto, aunque reclame el derecho de aquel a decir lo que le parezca como cualquiera del montón.
Aparte de retornar a la lamentable, vieja y desgastada práctica de los tiempos de la guerra fría, cacería de brujas, peligrosamente introduce elementos para aterrorizar al votante y al venezolano común. Porque de eso se trata, indisponer al elector usando mascarones que asustan pero separan hondamente. Es doblemente triste, porque lo hace un cardenal y con fines nada religiosos, sino puramente electorales.
No es curioso nada, porque los venezolanos ya estamos acostumbrados, pero si digno de resaltar, como el discurso de la iglesia y el militante opositor, no sólo coinciden en contenido sino en el momento de pronunciarlo.
Mientras no se avizoran elecciones en el horizonte, la alta jerarquía eclesiástica pareciera dormir el sueño de los justos, ni los ronquidos se escuchan. Cualquiera que se guíe por esa mansedumbre piensa que, en esos lapsos, aquí todo está en calma y marcha sobre ruedas. Hasta las almas estarían salvas. En fin, la de ellos, parece casa de partido electoralista en tiempos sin elecciones. O capilla sin santo, para decirlo como Andrés Eloy Blanco.
Pero apenas comienzan los preparativos de alguna campaña electoral, los altos prelados se activan cual militantes, despojan de sotanas, se embuten en el estrecho uniforme respectivo, multiplican sus reuniones, a las cuales invitan asesores sólo del lado allá y empiezan a difundir opiniones, a diestra y siniestra, a través de la intrincada red comunicacional que “generosamente” les atiende; estrictamente hablando, la misma de los partidos de la oposición.
Es suficiente que el lector tome un diario cualquiera, donde aparezcan ambos sectores declarando y compare. Veamos los siguientes ejemplos, para ilustrar y enlazar con el párrafo inicial.
Contraviniendo principios de solidaridad, colaboracionismo con los hermanos, pobres y el prójimo, propios de la iglesia, ajenos al pensamiento capitalista, los obispos veladamente critican, al alimón con los partidos de la derecha, gestos de hermandad del presidente hacia países del Caribe y Centro América y hasta de los desamparados de Estados Unidos, en materia de energía. Vender petróleo en condiciones que éstos puedan pagar o socorrer a Haití o cualquier país en tragedia, condenan obispos y derecha.
Con motivo del traslado simbólico de los restos de Manuela Sáenz y la presencia en la Asamblea Nacional de Rafael Correa, presidente ecuatoriano, lo que está inscrito en la acertada política de estrechar la amistad con los hermanos, la oposición protestó y hasta ridiculizó lo hecho. El Obispo Ubaldo Santana, Presidente de la Conferencia Episcopal Venezolana, dijo de manera simulada que esas presencias y aquel acto, eran formas de desdibujar la identidad nacional y hasta como una cesación de soberanía.
De aquí a estar en desacuerdo con el ALBA, UNASUR, con toda la carga de soberanía, independencia, solidaridad y hermandad entre nuestros pueblos que todo eso significa, sólo hay un paso. Justamente, es cosa resabida, ésta es también política de la derecha y del Departamento de Estado. ¿Pobres y soberanía qué?
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