Entre miradas ansiosas, bocas
abiertas, deseos reprimidos y envidias femeninas, el escultural cuerpo
de Cinthya Machado Zuloaga avanza por el pasillo del segundo piso del
Centro San Ignacio rumbo al cafetín donde feliz la espero. Viene de
luto. Falda negra y corta, y chaqueta blanca y abierta.
Llega a la mesa y me pongo
de pie y le digo “Sentido pésame”. Ella sabe que es la primera
vez que la veo con esa pinta de medio luto. Me cuenta que “Victoria
Guerra, una de las cinco mujeres que trabajan en la casa, se murió
ayer y hoy la enterramos. Es bien triste que se muera la gente que siempre
estuvo a tu lado. Era una mujer alegre y guerrera. Cada vez que la veía
descansando le decía: La Guerra descansa en paz, y ella sonreía y
comentaba, ojala, mi señorita, ojala. Ahora sí, la guerra descansa
en paz”.
El mesonero estaba petrificado.
Convertido en estatua. Ahora es cuando reacciona y se acerca con la
botellita de agua Evian y el café negro. Deja la botellita sobre la
mesa y prácticamente me tira el café negro encima, y después le dice
a Cinthya: “Se nota que viene de un entierro, señorita, espero que
no haya sido mi suegro y mucho menos mi suegra, la persona que se murió”.
Cinthya le hace un gesto de retirada con la mano, y él abandona el
lugar rumbo a la barra.
Entonces dice: “Lo que le
hizo tu presidente a Santos no tiene nombre. Cómo es posible que hiciera
esperar tanto a Santos sabiendo que ese hombre estaba cumpliendo 59
años. Y tu presidente diciendo que voy a ser breve y dale y dale y
seré breve y dale y dale, y Santos como un caballero se pasaba la mano
por la frente, como diciendo, me tienes hasta aquí, y el dale que te
dale. Se nota que tu presidente no sabe lo que significa para una clase
social como la nuestra celebrar un cumpleaños como dueño del poder.
El está acostumbrado a que le lleven unos mariachis y una torta y una
salida al balcón del pueblo y se acabó, pero me imagino a toda la
crema de la crema colombiana esperando a Santos para celebrar el cumpleaños,
y tu presidente que si ahora sí voy a terminar. Por poco nos declaran
la guerra, pero ahora por no dejar que Santos celebrara su cumpleaños”.
Toma agua y después dice: “Imagino que Uribe estaba muerto de la risa, diciendo, menos mal que yo me quité ese peso de encima”.
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