Ciertamente no lo creo. Contrarrevolucionaria puede ser la actitud de quienes se opongan a la masificación del deporte. No debemos olvidar que, en cualquiera de sus disciplinas, el deporte es sinónimo de salud y vida. Por lo tanto es un derecho humano y si dos más dos son cuatro, entonces negar la posibilidad de la práctica de cualquier actividad de esta naturaleza es –de alguna manera– negar eso: el derecho a la vida.
Como es fácil suponer, la reflexión viene a propósito de la actuación del venezolano Jhonattan Vegas, monaguense que desde la semana anterior ha sido y por lo visto seguirá siendo noticia gracias a su actuación dentro de campos de golf de Estados Unidos.
La oposición política, jurando de nuevo que se la come, ha dejado ver sus colmillos contra Hugo Chávez, quien a través de un sincero reconocimiento instó a Vegas a seguir pa’ lante fajándose nada más y nada menos que contra esa fiera que es Tiger Woods. No admiten que el zambo contestatario afine sus labios con la sola mención de ese deporte blanco y refinado. Pero y esto es más preocupante, gente como uno, afín a la revolución se ha sumado –inocentemente por supuesto– a ese coro. Los he escuchado decir: “cómo es posible que vayamos a apoyar eso, si aquí nadie juega” o “ahora sí nos interesa ¿verdad? claaaaro, porque Chávez lo dice”.
Con respeto les recuerdo algo: estamos construyendo una Revolución. Esto significa que estamos dándole vuelta a las cosas, así sea poco a poco. La idea es que algún día, todas y todos podamos disfrutar de todo. Sí: DE TODO. Nada en absoluto, y menos el deporte, debe estar bajo el secuestro de una clase social. Es, repito, como secuestrar el derecho a la vida. A quienes ingenuamente ven con recelo que el golf y otras prácticas puedan ser cosa de ricos les pregunto: ¿acaso el béisbol, cuya serie final en nuestro país terminó ayer, tiene raíz criolla y popular? Ahí se las dejo.
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