¿Cuántas personas existieron en el siglo XIX en Venezuela sin poder tener el derecho de ir a una escuela para medio aprender a leer y medio entender su entorno? ¿Cómo varió ese fenómeno en el siglo XX, respecto al siglo anterior? ¿Cuánta intelectualidad hubo en el siglo IX? ¿Cuánta hubo en el siglo XX? ¿Cuánta hay en este siglo? ¿Cuánta mezquindad y falta de humanidad tiene “nuestra” intelectualidad y cuánto capacidad de juicio crítico manifiestan “nuestros” profesionales declarados como clase media exquisita?
Estas preguntas se asoman a mi pensamiento al ver nuevamente en videos los acontecimientos de los días que van entre el 8 y 11 de abril-2002 y leer artículos de opinadores profesionales de ese momento y de ahora, que saben perfectamente lo que escriben y para quienes escriben. Conocen, como se dice popularmente su ganado y lo alimentan diariamente con el pasto contenido es sus artículos o en los programas de opiniones. Oírlos en sus conversas en colas o en reuniones de esa que llaman sociales son suficientes para entenderle las cabecitas.
Se quedaron con la manipulación de los que calificaron como pistoleros del puente Llaguno. Marcharon y no se enteraron en su momento que había una ruta de la marcha y que luego ciertos personajes la cambiaron para producir lo que necesitaban. No leyeron (y son sus lectores favorito) el gran titular de El Nacional anunciando que la batalla final sería en Miraflores. Oyeron pero no oyeron las explicaciones del periodista de CNN, Otto Neustadtl que hablo en la Universidad Bicentenaria y relató que los generales anunciaron las muertes dos horas antes de sucederse los hechos. No vieron a Pedro Carmona autojuramentándose. No se dieron cuenta que un grupito derogó una constitución que había sido sometida por primera vez a un proceso electoral. No sabían y aún es posible que no conozcan que las anteriores eran publicadas después de ser aprobadas.
Más recientemente, no vieron, ni sintieron, ni cobraron los ahorros que tenían depositados como ahorro en los bancos quebrados por los banqueros y que el gobierno les aseguró a estos ahorristas sus recursos. Si no se dieron cuenta de esto, menos recordarán que en el pasado reciente (Con Caldera y Teodoro) algunos banqueros quebraron sus bancos y el gobierno les dio dinero a estos banqueros para reactivarlos y con ese dinero huyeron del país. No se enteraron que los ahorristas quedaron en el limbo. No se enteraron por ejemplo, que anteayer Pedro Alcántara fue puesto por Lusinchi para vigilar y censurar la edición de El Nacional y que Caldera, Aguiar y Teodoro metieron a un viejito preso porque se le ocurrió decir que el Presidente se moriría.
Al releer todas estas informaciones y ver los videos, uno tiene necesariamente que preguntarse por la condición de las personas profesionales que sin necesidad de pedirle que se vuelvan chavistas, no se hayan enterado de todo esto y continúan alimentándose con el pasto que le ofrecen los opinadores y los medios.
Las preguntas que registramos anteriormente y lo que se observa en ese mundo, terminan por plantearnos una conclusión de la cual no nos sentimos muy a gusto. Este segmento de la clase media con toda la profesionalidad que tienen y con toda la oportunidad que tuvieron de ser privilegiados y pasar por universidades son probablemente analfabetas de los peores, eunucos o estúpidos. No son capaces de entender su entorno. Seguramente tendrán una “formación” para tratar una reducida situación, pero son incompetentes para leer su entorno e ir más allá de la pequeña cosa que manejan y para los cuales fueron “formados”. Con esa incompetencia son fácilmente transformados en pequeñas marionetas.
De no reunir estas condiciones o perfil descrito anteriormente, la otra opción explicativa posible para describir este fenómeno, que tampoco nos permite salir del asombro y darle a este grupo de venezolanos y venezolanas una condición de sujeto, es que el cinismo es la forma como unos se comportan y los eunucos se sienten muy a gusto haciendo el papel de bobos y marionetas de los cínicos. No hay otra.
Nadie en esta Venezuela de hoy, a menos que viva bajo una hipnosis, sea efectivamente un bobo, analfabeta o eunuco, pudo haber dejado de leer, oír o ver parte o todo el contenido del decreto Carmona y el “te queremos Pedro”. No es posible que este segmento que es muy profesional no haya visto desfilar a los que hoy dicen ser demócratas pero que en ese momento refrendaron el decreto y le colocaron la “guinda” de “te queremos Pedro” y los tengan como su salvavidas. Puede no gustarle Chávez, pero no ser capaces de entender toda la bajeza de estos “demócratas”, es una situación, cuya explicación requiere de un dibujito para ver si logra comprenderse.
evaristomarcano@cantv.net