Me he caído para de bruces con lo que veo, oigo y hasta siento, esto último en consecuencia. El presidente Hugo Chávez se enferma y la reacción opositora es de muerte, como se ha definido ella desde sus orígenes contrarrevolucionarios. Preludios de muertes. Avisos. Señales. No vale la figura humana, la digna de consideraciones humanistas, la que tendría que ser ajena a consideraciones de controversias de carácter político, como debe ocurrir en civilización, en democracia, en el juego del respeto de las reglas.
Pero sabemos: nuestra oposición es un hecho de guerra, está en guerra, pide guerra, víctimas, caídos, funestas consecuencias que la conduzcan al retorno, a sus viejos y herrumbrados sitiales del pasado cuando ejercía el poder, el poder sobre un pueblo bruto y desprevenido. Compra esos favores como sea y a quienquiera, en el exterior, a imperios, potencias, a agentes que le hagan el favor de matar por ellos. Paga. Va hacia adelante en su recta de violencia y su sueño espiral de retornos. Nada le importa que no cuenten con un soldado ni con mayorías. Importa es lo que puede comprar el billete (la riqueza robada en el pasado, por cierto): el soldado extranjero, el mercenario, el chorro de sangre.
Desde que aquella señora que dijo en una marcha que prefería a un general gringo en el poder a Hugo Chávez, o lo que dijo un diputado de un extinto partido llamado MAS cuando le sacó la madre al Presidente ante las cámaras de TV, o mejor dicho, chico, desde el golpe de Estado de 2002, ya sabemos del perfil funerario y asesino de esta nuestra oposición venezolana. Hoy anda por ahí, con el rabo muy brillante, como si nada, como si no se hubiera descubierto a ciencia cierta que imploraba plata al extranjero para derrocar al presidente; o chistando o comentando sobre la enfermedad del Presidente y sus inconmensurables deseos de que muera. Como se dice, son bárbaros que engañan al pueblo con ínfulas de civilización, como han hecho desde siempre: ellos educaditos, universitarios, dirigentes políticos, ansiosos de revertir a la presente Venezuela hacia sus rancios sueños de eternidad.
Un gobernador por allí dice que es mentira la enfermedad y que es una estrategia política; un conductor de programa de opinión opositora, que es necesario ver las heridas. Otros insultan hasta la estampa de la madre de Hugo Chávez por tener un hijo requetetrabajador, mala madre por no impedirle que trabaje por la patria. Hay de todo que nos haría inacabables hablando. La estupidez, política o no, es infinita. Es claro que pronto intentarán venir contra él con el manido cuento de la inhabilitación. Total: es una de sus tantas argucias defenestradoras de presidente. Les da igual. Importan los resultado y en nada la dignidad. No tienen madre, ni hijos y, al parecer, son invulnerables a enfermedades también. Aquí no deseamos mal a nadie: ¡que sus dioses los protejan!
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