La “voladora” de Pablo Pérez, si es que realmente se determinó que estaba borracho, que le indujo a comportarse como un perfecto estúpido no es más que el brote imprevisto de su idiota interior. Algo que mana por falta de equilibrio neuro-muscular y del descontrol del parasimpático. (Lee en aporrea, Chávez mató la liga en Santo Domingo).
Cuando insurge el idiota interior el hombre se olvida del sentido común, de la moral y del lenguaje ordinario y da rienda suelta a estupideces en serie: Por eso Pablo se acercó a la tarima, retó a los músicos, le tocó el trasero al cantante, le quitó la gorra, los zapatos y bailó una gaita más tieso que” pate perro envenenao”. Estudiosos de la mente sostienen que el idiota interior cuando aflora muestra pulsiones de poder frustradas, engreimiento de poderoso. Los hay quienes se hacen el idiota para mostrar que son poderosos. O para mostrar lo que harían si lograran poder.
John Malkovich, actor principal del filme Quemar después de leer, de los hermanos Joel y Ethan Coen, sostiene: “En mi caso no ha sido difícil. No me cuesta mucho esfuerzo encontrar el idiota que llevo dentro. Es mi sombra. Todos los personajes llevan un idiota dentro que va creciendo y prosperando.
El Idiota Interior, obra de Hefter Gilber y Wiener David, toca el tema de manera excelente. En sus páginas usted puede entender perfectamente porque Bill Clinton, siendo Presidente de EEUU, la nación más poderosa del mundo, teniendo la oportunidad de empatarse con mujeres bellas y jóvenes, se ve envuelto en un affaire con la mofletuda y bofa Mónica Lewinsky. Así mismo la obra permite comprender porque mucha gente, que presume de inteligente y brillante, cae en situaciones estúpidas como dormirse borracho en una mesa, limpiarse la boca con mantel de la mesa, lavarse la cara en la poceta y comerse la lechuga decorativa..
El idiota interior brota sin control. Con estimulantes o sin ellos. A algunos se les destapa con unos tragos. A otros bajo una rabieta. O ante cualquier agresión física o verbal que les rompa el equilibrio neuromuscular o le desbarate los esfínteres. Si Pablo Pérez dice que no estaba borracho la situación es más bochornosa para él por cuanto lo hizo de una manera espontánea, sin presión de ninguna naturaleza.
Ahora ¿quién es más idiota, aquel que conoce las normas de conducta adecuada, o aquel que las ha olvidado? Hacer el idiota, como lo hizo Pablo Pérez, supone un ataque contra la sociedad que defiende pero que en el fondo deplora. Para él, en el momento que puso la cómica en Corpozulia, nada tenía sentido, nada era coherente. Fue su manera de burlarse de la sociedad que defiende. Y aunque pretendió dar muestras de poder, de que todo lo puede; seguro después lloró más que rió. Y lejos de mostrar poderío lució impotente y desubicado.
Ahora. Usted, amable y paciente lector, se preguntará ¿y porque un hombre que es Gobernador y precandidato presidencial comete esa loquera? Y la respuesta es: “Por la misma razón que Clinton siendo presidente de EEUU y teniendo todo para procurar una mujer bella y una buena cama, lo sorprenden dándole un latazo a la gorda Lewinsky en un “piazo” e taburete del Palacio Blanco. Simplemente a Pablo Pérez le brotó su idiota interior. El idiota interior le brotó a un gángster bolsa (Alain Delon) en un filme, cuando por despechado y borracho se dejo fotografiar en una fiesta en los predios de la piscina del hotel donde se encontraba alojado listo para atracar al banco más aportante de Nueva York en lo que sería el atraco perfecto de no ser por la fotografía suya que salió en la gráfica de la columna de la Higth Society de la Torre de Babel y que, a la postre, sirvió para detener a todos los miembros de la banda y recuperar el botín. americoarcadio@yahoo.com