Respetuoso de las leyes y de la institucionalidad, Hugo Chávez solicitó ante la Asamblea Nacional autorización para viajar a Cuba, donde –como sabemos– recibe tratamiento médico. El lunes 30 de abril, luego de leerse el requerimiento presidencial, diputadas y diputados debatieron en cumplimiento del artículo 235 de la Constitución que textualmente reza: “La ausencia del territorio nacional por parte del Presidente o Presidenta de la República requiere autorización de la Asamblea Nacional o de la Comisión Delegada, cuando se prolongue por un lapso superior a cinco días consecutivos”.
Estimo, en principio, que las ausencias del Presidente por probadas razones de salud como es este caso, no deberían someterse a discusión alguna. Es una cuestión de humanidad. De derechos humanos que ni en Venezuela ni en ninguna otra parte del mundo deben nunca exponerse al vaivén de la lucha de criterios. Pero como no hay mal que por bien no venga, la sesión extraordinaria de entonces hizo posible que algunas miserias ¿humanas? quedaran al descubierto.
Los diputados Abelardo Díaz (Copei-Táchira), Carlos Berrizbeitia (Proyecto Venezuela-Carabobo) y José Manuel González (Fedecamaras-golpista) salvaron su voto que aunque no es negar tampoco es aprobar, por lo que para los efectos de la necesidad del viaje dicha actitud queda en el sentimiento del colectivo como el más detestable y repudiable NO.
Para la historia quedó el bochornoso papelucho jugado por este trío de parlamentarios y su fascistoide mezquindad. Al final, como era de esperarse, por abrumadora mayoría de la Asamblea Nacional –incluyendo a la mayoría oposicionista– el punto recibió luz verde y en horas de la noche el jefe de Estado despegaba desde Maiquetía hacia La Habana donde fue recibido por su homólogo Raúl Castro. Muy claro quedó que Hugo Chávez no necesita de esas miserias y tampoco de sus miserables autores.
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