La derecha venezolana es un mar de contradicciones. Un mar en el cual se
hunde irremediablemente el candidato más torpe e inculto que jamás haya
aspirado a la presidencia de la república en Venezuela. El discurso, el
plan de gobierno, la imagen y la historia política de Capriles, no hacen
sino acentuar las contradicciones de una derecha reaccionaria, que
lamentablemente cuenta con un buen número de seguidores que alimentados
por un odio irracional a Chávez y los chavistas, aceptan contradicciones
inexplicables, ilógicas y racionalmente inaceptables, aún para el más
cándido ciudadano pensante.
Una historia que lo compromete con la vieja forma de hacer política y que
lo llevó, en acuerdo de cogollos, a la presidencia de la Cámara de
Diputados, del extinto Congreso Nacional, sin tener experiencia política
alguna y sin tomar en cuenta la opinión y el sentir de la población que
habría de representar en ese congreso (la cual jamás había visitado);
resulta obviamente contradictoria con quien ofrece conducir la patria,
que vio nacer a Bolívar, por senderos de democracia y progreso.
Peor aún resulta la contradicción, si tomamos en cuenta los hechos de
aquel 12 de abril de 2002 cuando comportándose como un salvaje y
retrógrado fascista promovió, respaldó y actuó en el asalto a la embajada
de Cuba y desató una cacería humana contra dirigentes políticos y
sociales.
Jamás se arrepintió Capriles de la salvajada cometida aquel abril, cuando
borracho de odio y venganza no sólo realizó las acciones ya mencionadas,
sino que celebró la llegada de un gobierno dictatorial que
afortunadamente duró menos de 48 horas.
Un discurso basado en rescatar a Venezuela y montarla en el “autobús del
progreso” no debería ser pronunciado, si se es acompañado por los
dirigentes y la militancia de una vieja partidocracia que convirtió un
país próspero y con potencial en una caricatura de nación; pero Capriles
lo hace, la militancia adeco-copeyana simplemente lo acepta y los viejos
líderes de AD y Copey se lo calan en silencio.
Mejorar las misiones creadas por el gobierno de Hugo Chávez forma parte
del programa político de quien como atributo para aspira a la presidencia
de la república, exhibe una anatomía que afirma es producto del ejercicio
y un supuesto sabor dulce a chocolate. Toda una década atacando y
torpedeando las mencionadas misiones, para cambiar repentinamente su
posición, cuando participa en unas elecciones, y promete no sólo
mantenerlas, sino mejorarlas, es una terrible contradicción que a
cualquier ciudadano, con un poquitín de criterio e inteligencia, debería
parecerle por lo menos sospechoso, inaceptable y una demostración de
inconsistencia política, pero la verdad es que hay una masa que ni lo
percibe.
A Dios gracias, esa masa que se autodefine como inteligente es
minoritaria (de allí el hundimiento); pues la mayoría del pueblo
venezolano, especialmente el pueblo humilde, hace años entendió que lo
importante son las acciones, pues políticos de discursitos vacilantes y
vacíos; cancioncitas alienantes repetidas hasta el cansancio y caminatas,
con brincos de charcos incluidos, nunca trajeron algo bueno a la nación.
La profunda identificación del candidato (y su partido) con las políticas
de un imperio que cada vez encuentra mayor oposición en está América
mestiza, representa una contradicción insalvable con la actitud histórica
de un pueblo que no sólo se alzó contra el imperio español, sino que lo
persiguió por todos los rincones del continente hasta expulsarlo de estas
tierras.
A los venezolanos podrá gustarle el pueblo norteamericano, sus tiendas y
sus ciudades, pero están muy claros en lo que representa el gobierno
yanqui y lo que hay detrás de cada político u organización que ellos
respalden.
Hoy es inaceptable, y por eso el viaje de Capriles al fondo, que un
“dirigente” pretenda regresarnos a aquellos días en los cuales: la DEA
manejaba y controlaba el narcotráfico en Venezuela; nuestros gobiernos
hicieron mutis ante el apoyo brindado a los ingleses en su guerra contra
Argentina; nuestros oficiales militares se formaban en las mismas
escuelas donde crearon a Pinochet, a Videla y tanto dictadorzuelo y
nuestras reservas petroleras fueron entregadas en demostración de
cipayismo descarado, sin pensar ni un segundo en la patria y su futuro.
No son estas las únicas contradicciones de quien fuera definido
perfectamente por Ramos Allup como “lechugino, petimetre”,
pero se nos acaba el espacio.
Retomaremos el tema en otra nota… es un compromiso
arellanoa@pdvsa.com