Henrique Capriles Radonski no se retractó como ilusamente lo soñamos y de lo cual dejamos constancia en nuestra entrega de la semana anterior. En lugar de deslindarse de cualquier responsabilidad en torno al forjamiento de un documento militar usado para mentir al país, el candidato de la derecha embistió contra el Gobierno nacional señalando que fue este el autor de tal disparate. Definitivamente, hay que vivirlo para creerlo y contarlo.
Desafortunadamente no es exclusividad suya la arrogancia y la falta de humildad para rectificar a tiempo. Vistosas caras que lo acompañan en el camino por la instauración de un nuevo orden, “coincidencialmente” nada le envidian. Ninguno de ellos ha mostrado –tampoco lo harán– una gota de vergüenza luego de que la Fiscalía paraguaya considerara que no existen elementos que inculpen al canciller Nicolás Maduro como presunto agitador de militares en el contexto de la crisis que el 22 de junio culminó con la destitución del presidente Fernando Lugo. Como si nunca hubiesen hecho pronunciamiento alguno, no sólo se pasean orondamente en los medios que garantizan espacio a sus arrebatos sino que osan, como Juan Carlos Caldera, insistir sobre la supuesta actuación de Maduro “alebrestando a los militares allá en Paraguay” como respondió a Ernesto Villegas cuando con este trató el tema el 16 de julio por VTV. Antes, al canal NTN24 había asegurado que el canciller arengó a efectivos de aquel país, los mismos que “negaron ante la justicia civil del país que el canciller venezolano, Nicolás Maduro, los presionara el 22 de junio para que se sublevaran contra el presidente designado por el Congreso, Federico Franco” según reportó Telesur el 10 de julio.
María Corina Machado, Ramón José Medina, otras y otros sostuvieron siempre la misma tesis acusatoria. Hoy cuando la verdad reivindica la imagen de nuestro ministro, ¿cuál será el próximo paso de la contrarrevolución?
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