Irene Sáez y Capriles

En estos momentos, Irene Sáenz resulta ser un lunar en la reciente historia política de la oposición y un caso para entender muy bien, cómo la oposición viene tratando al país, después de haber transcurrido más 23 años del momento en que se produjo el primer quiebre del pacto de punto fijo. Irene fue una opción que después se desechó, pero eso no es obstáculo para entender el sentido de esa opción-figura y cómo ella encaja en lo que siente la oposición por el país. No era la pobreza y miseria los problemas que preocupaba a la oposición y no era tampoco, la crisis política, el asunto que les planteaba una restructuración de su pensamiento y forma de proceder. Irene era un traje pensado para continuar viviéndose a Venezuela.

Irene es un lunar, pero Capriles no es distinto a Irene. Hay parecidos perfectos entre Irene y Capriles. Por supuesto, encontrar los perecidos no debe detenerse en las curvas de Irene y un chequeo de los ojos de Capriles. En eso, no vale la comparación para encontrarle parecido.

El silencio o los vacíos existenciales en lo que incurre Capriles son proporcionalmente iguales a la belleza que tenía Irene Sáez en el momento en que COPEI decide utilizarla para esconder la crisis que estaba confrontando y la lanza por unos días como candidata. Irene Sáez tenía como esconder su silencio o vacío de ideas, aunque era más o menos suelta en el hablar. Sus curvas o aspecto físico distraían y servía para tapar la crisis del pacto de punto fijo que ya entraba en su fase final.

El bipartidismo desde la óptica de COPEI, optó por no verse como cadáver insepulto y no dar una mala apariencia. COPEI apeló a la curvas de una mujer y no hablo de belleza. Es decir, su proyecto no pasó de un esfuerzo por encontrar un físico con sus curvas, que nos hiciera ignorar la crisis y la miseria en la que vivían el 70% de los venezolanos. AD decidió reconocerse o ensayar un reencuentro con lo que había sido y nada mejor, que usar a la persona que cariñosamente le daban el alias de caudillo y era muy reconocido como el mago de los procesos electorales por su empeño en levantar muertos y ponerlo a votar. AD soltó sus demonios con Alfaro Ucero y con esa opción, dejaron ver que nada había sucedido en el país y se manejaban en el dilema de la bella y la bestia.

Vino la debacle de estas dos alternativas electorales que los representaban muy bien y juntos, decidieron embarcarse con una opción, sin respuesta a la crisis, pero que los colocaba más cerca de su perfil histórico. Surge la opción de Salas Römer y desde ahí; la derecha venezolana ha estado haciendo un recorrido que lo mueve más radicalmente hacia la derecha y donde efectivamente, no cabe Venezuela como país-nación. Irene no pasó de ser eso; una opción de curvas y en el mejor de los casos, Irene Sáez era la posibilidad de reducir a Venezuela a la condición de Chacao. Un modelo que por supuesto, tenía una connotación o un sentido social.

En la oportunidad en que se pensó en Irene Sáenz y Salas Römer poco importaba el país y Venezuela continúa importándole muy poco a la derecha. Capriles no son las curvas de Irene Sáez y si en algo estamos seguro, es que Capriles representa al igual que Irene, una manera de entender y ver la política como un aspecto complementario (medio) para los negocios. En ese juego, Venezuela es el objeto de esos negocios. Capriles es una rancia expresión clasista. Su “discurso” chavista en algunos casos, es manera de cazar bobo, pero en las pocas palabras que balbucea, no logra esconder su intención de querer hacernos desertar de Venezuela, como país y como nación. En su discurso real, no perceptible a veces, Venezuela no es viable; es un momento para pasar por ella y usarla.

La única propuesta que tienen es hacer de Venezuela un objeto y una mesa para tranzar negocios sin ningún tipo de compromiso. Le importa su petróleo en tanto pueda ser objeto de una privatización y le importa Venezuela en tanto pueda ser una especie automercado donde cada transnacional haga sus negocios.

En su “discurso” e insistencia sobre la violencia, no hay una comprensión de país y del fenómeno, pero si tiene muy claro, la idea o propuesta de querer hacernos desertar de él, como espacio que nos identifica con un ideal y con una emoción. No fue una barbaridad o un irse de la lengua, eso de ver como estúpido que los venezolanos sintiéramos a Bolívar en la fecha de nacimiento. Eso es exactamente lo que son y esa expresión, es su conciencia que habla. Para la derecha y para Capriles, es estúpido sentir a Bolívar y es también estúpido amar a Venezuela. Venezuela es Chacao o Venezuela es un negocio. Entre las curvas de Irene y los vacíos de Capriles está el mismo sentir.

evaristomarcano@cantv.net


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Evaristo Marcano Marín


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