Cuando el mundo avanza hacia la búsqueda cognitiva dentro de las ciencias sociales que determinen un statu quo que de una vez por toda nos enrumbe a los más etéreos propósito de empatía del hombre con la vida misma; cuando las tesis sociales reabren abanicos inacabables de propuestas globales de políticas expansivas de liberación multipolar y autodeterminación de los pueblos; cuando las ideas y los discursos cada vez revolucionan en esa rueda giratoria de la conciencia humana por la paz y el amor; justamente cuando nos damos cuenta que es vital la necesidad de otro mundo y de despojarnos de una vez por todas del vendaje salvaje del capitalismo desgarrador que nos amenazas a todo el sistema de vida en la tierra; es justamente cuando aparece la anacrónica propuesta opositora de un candidato que a cada instante muestra sus precariedades intelectuales para Presidir un país que alza banderas en el mundo por inventar una forma de vida libertaria, de inclusión, que dignifique la vida misma en todas sus expresiones.
Cuando atrás quedaron un bojote de tesis y caminos errados y, por fin, decidimos hablar nuevamente de “transustanciación”, para explorar nuevos espacios de esfuerzos del intelecto por reajustar en su máxima dimensión el ser y su esencia a fin de preservar la vida y consolidar un futuro viable para existencia humana y sus más altos designios; de repente aparece este candidato opositor que no se ubica en la derecha ni en la izquierda ni en el centro; peor aún, a duras penas, ante su deficiencia para hilvanar un discurso coherente y cónsono con la magnitud de sus aspiraciones, se limita a expresar palabras sueltas, descontextualizadas, desprendidas de la nada como “bus”, “progreso”, “bienestar”.
Vergüenza, pena ajena dio aquella vez que la periodista le preguntó a Capriles Radonski cómo iba a generar los millones de empleos que anda prometiendo y se quedó mirando el vacío, una mirada perdida lejos, muy lejos, donde los vientos se cruzan y se exprimen las lágrimas de la nada, para balbucear: “muy fácil…, con confianza”. Una respuesta propia de un cerebro atormentado por sus vacíos, por esos espacios silentes, extracto intelectual de un inmenso pipote de ignorancia, que, ante la ceguera de un proyecto revolucionario mundial y de un líder genuino y cabal, se niegan a aceptar los cambios de un pueblo que abrió los ojos para no volver a ser representado por mentiras ni engaños populistas, frívolos, propios de la mezquindad y el egoísmo espiritual.
Peor aún, fue la otra vez cuando le preguntaron que qué libros estaba leyendo, que cuáles eran sus sustentos o argumentos políticos y se limitó a decirle a la periodista que: “yo no tengo porque decirte qué libros estoy leyendo”. Qué asco, qué precariedad intelectual, que vergüenza humana, saber que este es hombre, asaltante del derecho internacional, antidemócrata y golpista, violento y guerrerista, logre desviar y manipular a algunos incautos venezolanos que se niegan a seguir la voz del pueblo, la voz libertaria, socialista, la voz de independencia de un pueblo y de un líder como Hugo Chávez, plenos de conciencia y con sobrados argumentos morales, éticos, filosóficos, intelectuales y espirituales que nos envían a nutrir un discurso de “transustanciación” donde se aspira una auténtica elevación social.
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