“La vida es tan corta y el oficio de vivir tan difícil, que cuando uno empieza a aprenderlo, ya hay que morirse” Ernesto Sábato
Uno no sale de un asombro, cuando la perplejidad de un absurdo, nos vuelve a envolver…
Hemos llegado a un límite en las miserias humanas, que nos hace dudar de un posible regreso a la cordura…
Hemos perdido los valores elementales de las sanas vivencias entre personas normales, lo que nos hace pensar, que tal nos encargamos de ocultarlos en algún posible sitio inviolable para los extraños, por causa de nuestra locura. En donde quizás no imaginamos, que por castigo divino, la triste enfermedad del Alzheimer se volvió contagiosa, y los principios de convivencias, no los hayamos por ningún lado.
Palabras de supuestas personas intelectuales, se conviertes en cloacas nauseabundas, que nada tendrían que envidiarle, a actos abominables de marines orinando sobre enemigos caídos, como violaciones de mujeres indefensas del lado derrotado, que convierten victorias, en actos que se asemejan a canibalismos que todos creíamos eran cosas del pasado.
Está de más enumerar las aberraciones de estas personas, en donde somos testigos también, de como un cardenal, se asemeja a los tres famosos monos… que no oyen, no ven y no escuchan…
Solo tiene ojos para enumerar los supuestos desaciertos del proceso revolucionario.
En donde somos testigos, que el camino de velar por los más pobres por mandato del Nazareno, también a él se le ha extraviado, y confunde miserables con oligarcas, en donde olvida al camello y la aguja, en donde los ricos no tenían cabida………………………………….
La vida compensa…
Hace dos días el propietario del periódico El Nacional, publico un editorial miserable a Tibisay Lucena.
En el día de ayer por los lados del Rosal, un pobre hombre con un brazo impedido, pedía ayuda en un semáforo.
Un ser humano que la vida se le presenta chiquita…
Al darle unos bolívares, le dice a mi compañera:
“Usted se va a poner bien buena otra vez, con el favor de Dios”
“Verdad que sí, doñita”…
Al cambiar la luz del semáforo y marcharnos, solo atine a decirle a mi compañera:
¡Ese muchacho, te acaba de dar la bendición!
Uno, un supuesto intelectual de la alta sociedad, el otro un pobre muchacho impedido pidiendo ayuda…
Los que tanto intentaba ayudar Chávez…
“¿Me preguntas por qué compro arroz y flores? Compro arroz para vivir y flores para tener algo por lo que vivir” Confucio
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