Gracias a Dios, la incorporación de las iglesias católica y evangélica a los proyectos de paz del MIJP no se limita a los Porras, a los Lückert y a esos monseñorones de la CEV que no ocultan su hostilidad al chavismo. Curas y monjas del pueblo llano, que asumen los principios de la cristiandad con solidaridad, austeridad, ecumenismo y el diálogo interreligioso, representan la iglesia dialógica con Rodríguez Torres, quien ha comprendido desde adentro las problemáticas de la violencia y la pobreza.
Nuestro gobierno refleja su capacidad de diálogo y su amplitud con diversos sectores del país. Sin embargo, ante la CEV, no podemos perder de vista un elemento que permanece en la agenda mediática y que su cúpula trata de esgrimir, en su afán de colocar la matriz del Estado Fallido, así no exista indicio del caos que predican sus voceros. Esto sucede, también, porque la moda Capriles ya no es tal: es procacidad y desespero esquizoide. Muy tosco se volvió hasta para sus correligionarios.
Nos referimos a la matriz que los medios comerciales llaman “los presos políticos" y "exiliados", como si Eligio Cedeño o Simonovis pudieran apelar a motivos humanitarios respectivamente. El gobierno tiene su posición, y la calle también: Simonóvis es un asesino, no un preso político; Cedeño es un ladrón, no un exiliado.
Rodríguez Torres, pese a los titulares de El Nacional, lo dijo claramente ante la CEV: existen venezolanos que son prófugos, viven en el exterior y no se han puesto a derecho. Diálogo no significa ceder en esos términos.
Así, la gestión de Edgar Zambrano fue frenada por los “antipolíticos”, como los llama Ramos Allup: recordemos que en el 2012, ese sector fascista de HCR torpedeó la posible interlocución de AD con el gobierno izando bandera de la inefable jueza Afiuni.
Pero Diego Arria y la derecha fascista no quieren eso.