Redundemos y admitámoslo: son muchos los inadmisibles que recientemente han estado en el escenario nacional, todos bastante obvios aunque por razones muy disímiles. Dedicaré este espacio semanal a los que considero los tres principales.
Lo primero que resulta completamente inadmisible es cualquier desvío de la unidad que nos pidió el Presidente Chávez en diciembre pasado. Que seguimos ese rumbo lo demuestra la cohesión de fuerzas alrededor de los candidatos revolucionarios, que estoy seguro se mantendrá y profundizará al aproximarse los comicios del 8-D, superando cualquier bemol que surja, ya por considerar apresuradamente la inconveniencia de tal o cual candidata o candidato, ya por no vislumbrar desde el primer momento que cualquiera de los cargos que se obtenga más que un espacio de poder particular, es un alcance táctico orientado claramente hacia el objetivo estratégico de hacer realidad la Revolución Bolivariana, tan espléndida y ejemplar como la pensó, planificó, sintió y amó el Comandante.
El segundo inadmisible al que me referiré es a desacelerar la lucha frontal y a muerte contra la corrupción. Esta avanzada de la que el Presidente Maduro ha hecho su bandera, remoza la lucha por construir una política y un Estado que rompan con viejas prácticas que siguen campantes en unos cuantos de los nuevos y de los no tan nuevos actores políticos. Los pasos que se han dado en esta dirección han sido acertados y han sentado grandes expectativas tanto en los pocos (aunque no tan pocos como quisiéramos) que tienen rabo de paja como en los muchos que anclan sus prácticas en la honestidad. Seguir adelante en esta batalla contra la corrupción ha dejado de ser una opción para convertirse en una obligación en la que el Estado debe mostrar una actitud firme y ejemplarizante, arrancando las máscaras de honestidad que aún pueden portar tanto tirios como troyanos. Esta lucha no admite miramientos ni matices: debe avanzarse caiga quien caiga.
Al tercero, sólo un par de líneas. El Tribunal Supremo de Justicia nuevamente le ratificó a “Capricho” Radonski (con esto último sí que se ganó el apodo) que sus imputaciones en contra de las elecciones donde fue impuso record al ser derrotado como candidato presidencial por segunda vez en seis meses son sencillamente inadmisibles. No merece que diga más, nada nuevo bajo el sol.