Uno mira a estos personajes llorosos de la oposición, con sus negros atuendos y lentes oscuros de marca, de luto activo y show reactivo, y termina por concluir que una de las primeras víctimas de la violencia en Venezuela es la cordura.
Duele cada muerte siempre, y si es absurda e innecesaria mas. Ya decía el bardo que no preguntáramos por quién doblan las campanas, porque suenan por tí y por mí. Por ello resulta intolerable este show de buitres que revolotean pidiendo paz y muerte al mismo tiempo.
¿Quién tiene la varita mágica para deshacer estos entuertos donde humanos se tornan animales y banalizan la vida? ¿Acaso debe el Estado matar para demostrar que matar es malo, como lo señalaba Mailer? La pena de muerte, legal o de facto, no resuelve el problema de una violencia siamesa de sistemas injustos y excluyentes, y que nadie entienda esto como una justificación para delinquir, porque de los Valjean que robaban pan para comer quedan pocos y en nuestro país no se justifica su existencia.
Porque entender no significa perdonar, pero sin entender no podemos actuar, a menos que queramos convertir el combate a la delincuencia en una pelea de perros.
Allí nos quieren llevar las viudas plañideras de la oposición: disparen primero y averigüen después, y en el interín gritaremos dictadura y represión. Si bien es cierto que atacar las bases sociales de la delincuencia es fundamental, no podemos olvidar que en la guerra no convencional de la derecha nacional y extranjera las mafias y la delincuencia organizada son un arma de primer orden y allí deben enfilarse los tiros, valga la metáfora. Claro, no hay nada más difícil que pelear una guerra respetando esos derechos humanos que en público todos alaban y en privado mandan a la m...
No basta llorar, ni pedir paz. Tampoco pidamos perdón por cada muerte que ocurre, tanto las mediáticamente relevantes por causa de la clase, dinero o fama, como las invisibles que pasan fugaces por las páginas rojas; las bajas de esta guerra histórica tienen dolientes por doquier, desde que el modelo rentista petrolero y sus administradores permitieron la insurgencia de los cinturones de miseria, depósitos de mano de obra barata a un paso de la explotación citadina y bien lejos del campo abandonado ante los monopolios y el latifundismo.
Pedimos a gritos el respeto por nuestra propiedad privada, nuestros bienes y vida, pero con las acciones negamos a los demás el mismo derecho. La delincuencia no pregunta de cuál bando es usted a la hora de disparar, pero sí importa lo que cada bando hace o deja de hacer para evitar la multiplicación del hampa común y organizada. Mano dura contra las causas sociales, contra las mafias, contra la exclusión, contra la corrupción en cuerpos militares y policiales, y criterio suficiente para no caer en la trampa llorona de la oposición.