Es asombroso como personas de muy buen nivel político, por el sólo afán de decir algo contra el gobierno y dejar muestras oposicionistas, se atreven a afirmar cosas como esa que el país se ha salvado de una guerra porque, ante las amenazas “de Maduro y Cabello”, la oposición está como palo de gallinero. Cuando en verdad, el miedo que ellas perciben, percibimos todos, es de buena parte de la oposición donde se encuentran quienes aquello dicen, quizás inteligentes, hasta cultas y llenas de buena fe, pese sus visiones estratégicas equivocadas, que no se atreven a enfrentar a quienes aquí han “colombianizado” la política venezolana y usan paramilitares para aterrorizar y eliminar contrarios. El término “colombianizar” lo usó William Dávila de AD, no provino del chavismo.
Lo denunciado públicamente relacionado con las gestiones de Gómez Saleh, la difusión de sus palabras, amenazas y planes, en las cuales envuelve a Uribe, nada indican a esa gente asustada. Como tampoco nada dicen los asesinatos de Danilo Anderson, Eliécer Otaiza y Robert Serra; menos lo del contingente paramilitar de la quinta Daktari, salvo lo que ellos, los opositores aterrorizados por la ultraderecha, quieren que digan; “son delitos del hampa común”.
Es verdad, las investigaciones apenas comienzan. Pero también es cierto que lo dicho por Gómez Saleh, otros antecedentes delictuales, aparte de indicios hallados en la escena del crimen, le dan fuerza a la hipótesis del crimen por encargo y con fundamentos políticos. Lo que menos tiene fundamento por ahora, es la tesis que la oposición quiere posicionar, según la cual se trata de un crimen del hampa común sin vínculos con la política.
Pero lo más asombroso no es lo comentado. Sino aquello inimaginable en la mente de alguien a quien uno siempre había creído lúcido, que Fidel Castro y Ernesto Samper, como decir el aceite y el agua, la izquierda cubana y la derecha colombiana, se hayan combinado para apuntar, en el asesinato de Serra, hacia el paramilitarismo colombiano y porque ambos ven en la oposición venezolana “un estorbo para los planes de un sistema totalitario en América Latina”. De acuerdo a lo anterior, uno podría afirmar, desarrollando tan audaz como temerosa tesis oposicionista, que hasta el mismo Juan Manuel Santos, quien propuso a Ernesto Samper, un hombre de la derecha colombiana, sin vínculos con la parapolítica ni el uribismo, para presidir UNASUR, como en contubernio con los dos primeros para plagar a América de oprobio y totalitarismo.
¿Qué más muestra del miedo que infunde la ultra derecha venezolana, aliada al paramilitarismo, eso que William Dávila llamó la “colombianización de la política venezolana”, que alguien a quien uno sabe ajeno a la violencia, tremendismos y disparates, llegue a sugerir que Ernesto Samper se ha unido a Fidel Castro para imponer el totalitarismo en América Latina, como extraña forma de evadir el asunto que la extrema derecha usa procederes fascistas, brutales y al margen de la legalidad?