No hay dudas. Han sido meses duros para la familia venezolana, sometida a un malsano bombardeo informativo, cuya procedencia y fuentes se mantienen “ocultos”. Tal como ocurrió recientemente con un supuesto llamado a paro que al final no tuvo responsables. Muchos, a manera de chiste, comentaron que se trataba de la continuación del iniciado a finales de 2002 y que nunca fue levantado.
Si las pretensiones han sido lograr niveles de preocupación, malestar, animadversión hacia la gestión gubernamental, sería irresponsable afirmar lo contrario. Como sospecho que no se trata de una competencia entre poderes comunicacionales. Se trata, entonces, de poner en la mesa la verdad de cada quien. Por un lado, quienes sacándole provecho a su acumulado poder económico y su larga data de astucia para especular hacen, deshacen y convierten en un melcoche la cadena productiva.
Como ese sector (antinacional, especulador, parasitario y explotador), tradicionalmente ha controlado el mercado, contando para ello con un estado que les ha facilitado los recursos económicos, que a la postre como ha sido demostrado, lo usufructúan de manera delictiva.
Hay un dicho popular que señala a manera demostrativa que cuando alguien dice que el burro es negro, es porque tiene los pelos (negros) en la mano. El gobierno revolucionario ha descubierto e informado sobre convincentes evidencias de las mil maneras de cómo sectores internos y externos le han venido haciendo daño a nuestra economía.
De hecho, aquí no hay nada nuevo. No se está descubriendo el agua tibia. Ocurrió que los intereses y bonanza de esos sectores se vieron afectados, desde el punto de vista político, a partir de 1998. No es que no hayan tenido libertades económicas. Las han tenido a plenitud. Ocurre que ellos y quienes les asesoran lo quieren todo y les cuesta convivir con la inclusión social, que indudablemente ha sido uno de los logros más importantes de la Revolución Bolivariana.
Lo que si queda claro, y lo ha señalado la dirigencia revolucionaria “con los pelos en la mano” es el objetivo antipatriota de quienes controlan la cadena productiva en nuestro país. Existe en la actualidad una curiosa mezcla de factores económicos, sicológicos y sociológicos que deben ser desmontados para volver a la normalidad, que todos aspiramos.
No es casual que cantidades de productos de primera necesidad lleguen al centro expendedor y se vendan de inmediato. De manera que hay una batidora en donde se mezclan salarios, poder adquisitivo, especulación, acaparamiento, inflación, entre otros, animados con el discurso opositor, hasta ahora fallido, de aupar una explosión social.
Pareciera entonces que el caradurismo del comercio especulativo afrenta los dispositivos del gobierno. Pareciera que les monta los galpones repletos de productos para jugar al gato y al ratón, para ver quien se cansa primero. Porque las multas, amenazas de sanciones y detenciones no les importa. Para ello hay un dolarducto. ¡Mano dura de verdad!