Eso de que Leo (ojo, yo sí juego chapita) quiere que su pediatra lo visite en Ramo Verde, ni curiosidad despierta. Uno debería, en primer lugar y visto el personaje, averiguar quién es el médico. No para saber cómo es el termómetro que usa (¡guillo!), sino porque en política ninguna pregunta debe dejar de hacerse. Pero visto que es López el “antojao”, la cosa más bien mueve a risa.
Diríamos que en el bolso también le lleven un chupón pero no cualquier chupón, sino el que usó cuando se mamó la teta de Pdvsa para fundar a Primero Justicia. Bebé que pide pediatra y no le dan chupón, es bebé capaz de incendiar el preescolar y ¡qué va!: lo que puede salir de ahí es un guarimberito con sus respectivas cuerdas de nailon para descabezar motociclistas.
La que sí debería darle una vuelta es la maestra que más lo regañó a ver si ahora logra sacarle el diablo. Algo pasó con ella, seguro. De no ser así, él nunca hubiera dicho que quien se acerca a la maestra es un pajúo. Hasta donde sé e indica el sentido común, es la maestra quien debe frenar al fastidioso de fulanito y poner orden, antes que uno por su propia cuenta le ponga el ojo morao a fulanito. La autoridad es ella ¿verdad?, y no uno. Lo contrario, repetimos, es crear un guarimberito en potencia.
Pero regresando a lo del pediatra, concluimos –más que nunca- que el monstruo, como lo llama Diosdado, definitivamente no está apto ni para ser presidente de la junta de condominio. Hasta instancias como esas, hay que manejarlas con seriedad. Los triunfos se celebran y las derrotas deben asumirse en lugar de estar moqueando pa’ pedir después el médico de cuna y al baboso Felipe González.
¡Chávez vive…la lucha sigue!