Nunca reí de las torpezas verbales de Manuel Rosales porque, como bien dijo una vez Lina Ron cuando fue consultada sobre el personaje, todos hablamos mal. Esa es una verdad absoluta. Pero digo más: me preocupaba mucho cuando lo cogían de sopa por eso, porque el chalequeo en su contra generaba sonrisitas y chistecitos que hacían olvidar lo verdaderamente delicado en torno a este sujeto que la justicia tiene en la mira por su presunta incursión en enriquecimiento ilícito.
Así como nunca celebré sus habituales ocurrencias en el habla, tampoco hoy lo hago por su anunciado regreso al país luego de nueve años de ausencia. La razón es muy sencilla: todo podría estar listo para que su retorno a Venezuela pase a formar parte del engranaje fraudulento que la oposición planifica para la campaña electoral con miras a las elecciones parlamentarias del seis de diciembre. En dos platos: nada debería extrañarnos que el excalde de Maracaibo pasara a formar parte –junto a Leopoldo López- de las cartas marcadas que la derecha planifica emplear a objeto de proseguir desacreditando al Gobierno y por ende generar confusión, sobre todo internacionalmente, alrededor de los comicios decembrinos.
No encuentro otra razón válida para entender y menos explicar esta actitud. ¿Por qué no se entregó antes? ¿qué ha cambiado desde 2009, cuando marcó la milla al Perú luego de enterarse de que la justicia criolla lo reclamaba? ¿acaso el espíritu santo se le metió en los sueños y lo convenció de lo inútil de seguir huyendo? ¿por qué es precisamente Rosales y no otro de los fugitivos? ¿será que su condición de excandidato presidencial le otorga el ranking que no tienen sus otros colegas golpistas? ¿acaso los hornos sí dan pera y muy suculentas además?
Este domingo la Fiscal Luisa Ortega Díaz lo dijo tajantemente: si viene, será aprehendido de inmediato. La derecha burguesa y sus aliados afuera se frotan las manos. No le perdamos la pista.
¡Chávez vive…la lucha sigue!