Suponer que Henry Ramos Allup ha hecho aportes a la política venezolana siempre me ha parecido un exabrupto escandaloso. Al contrario de algunas figuras de la derecha que justo es reconocerles su contribución, injusto y hasta grosero sería ocultar el grave daño que este personaje ha propiciado a tan importante espacio social.
Sus aberraciones, no solo lingüísticas (que en honor a la verdad no son las más importantes), han sido registradas por la historia que más temprano que tarde lo pondrá en el triste sitial que merece un ser de su calaña. Ha sido Ramos Allup el vivo ejemplo de la antipolítica en cualquiera de sus más ruines expresiones, en nuestra historia como nación. Confieso lo inexplicable que me ha resultado, cuando algunos de sus tristes shows mediáticos han sido merecedores de sonrisas y chistes salidos de labios de gente de izquierda. Allá ellos.
Que este ciudadano haya descargado sobre el PSUV la responsabilidad del asesinato del líder de la banda Los Plateados, Luis Manuel Díaz, en Guárico, sin contar con la más mínima prueba de ello sólo ratificó el simple y pobre tamaño de la energúmena materia gris que se revuelca en el cerebro del secretario general de AD. Fue tan grave esa acusación, como lo fue también su triste defensa al enterarse de que el Partido rojo lo denunciaría por injuria ante las autoridades.
El prontuario de este engendro de la reacción, es harto conocido por todas y todos. El desatino voluntario ha sido su norte y de él ha vivido y por él morirá, porque estúpido sería suponer que va a rectificar.
En la conciencia de los electores del circuito 3 de Caracas, reposa la gran posibilidad de evitar que este chulo de sus ilusiones regrese al Parlamento. La Asamblea Nacional no necesita ni merece al cabecilla de Los Plateados en una de sus curules.
¡Chávez vive…la lucha sigue!