La MUD, antes llamada Coordinadora Democrática, triunfa por mayoría en las Parlamentarias del 6/D no por su buena política sino por la guerra económica representada en la escasez y en la inflación, ambas inducidas.
A pesar de lo anterior, la Mesa de Unidad Democrática no supo capitalizar ese triunfo. Buscó llegar al Poder Ejecutivo, por vía no constitucional, mediante un golpe parlamentario, y legitimó la injerencia al pedir, hasta el presente, sin éxito, la activación de la Carta Democrática Interamericana ante la OEA. Y en abril, aun sabiendo que estaba a destiempo, inició los trámites del Referendo Revocatorio asegurándole a sus seguidores su realización este año.
Luego, acude a su estrategia predilecta: llamar a calentar calle, con la denominada Toma de Caracas del 1/S, que perseguía revivir las guarimbas del 2014, bajo la excusa de una interpretación aislada del artículo constitucional 350 para invocar la desobediencia civil partiendo del desconociendo de autoridades electas por el voto popular.
Asimismo, como la economía avanza porque cada venezolano tiene su derecho a la alimentación garantizado, ya sea mediante los Clap, la importación de alimentos y los planes de siembra, la MUD ha perdido tanto terreno que uno de sus asesores, como lo es JJ Rendón, llama a su disolución.
Ahora, como ha fracasado en todos sus intentos de cercar al Ejecutivo Nacional, la Mesa de Unidad muestra un doble discurso: convoca a la recolección de firmas del 20%, que será a finales de octubre, para validar una participación que no va más allá de las marchas y de pronunciarse en cada elección, pero eso lo hace bajo la consigna de la verdadera Toma de Caracas, y así continuar con el juego de insubordinación disfrazándolo de acto democrático.
Por todo lo anterior, la MUD firmó su sentencia de muerte, resultado de una retórica en la que han imperado división, exclusión y violencia.