En el ámbito meramente privado, la diplomacia es el “tacto que una persona tiene para mantener buenas relaciones sociales con otras, para tratar asuntos delicados discretamente o para conciliar intereses muy diversos”. Por lo que desde una perspectiva de los asuntos exteriores, la diplomacia sería el “sentido común y comprensión aplicados a las relaciones internacionales”.
Por su parte, es necesario aclarar que aunque el desconocimiento de una práctica fundada en la cortesía internacional (comitas gentium), entendida como conjunto de usos seguidos simplemente a título de conveniencia y por razones de comodidad, que al no alcanzar el estatus de una regla consuetudinaria (costumbre internacional), no obliga jurídicamente a reparación alguna al Estado imputable de dicho incumplimiento, su transgresión indefectiblemente acarrea la complicación de las relaciones internacionales entre los Estados involucrados en el impase.
Tampoco puede discutirse que ambas esferas son permeables: usos de pura conveniencia pueden consolidarse y convertirse en verdaderas instituciones consuetudinarias –como ocurrió, por ejemplo, con las inmunidades diplomáticas-, y viceversa, reglas jurídicas pueden debilitarse hasta constituir prácticas de pura cortesía.
En cuanto a la cortesía entre los funcionarios diplomáticos, independientemente a su catálogo dentro de una esfera u otra, y las consecuencias que implica su enervamiento, no cabe duda que resulta el elemento indispensable para lubricar todo el complejo engranaje de las relaciones internacionales, que permite reglamentar los deberes de colaboración, asistencia, abstención, etc., que vienen impuestos a los Estados en el ejercicio de sus competencias en la Comunidad Internacional.
El bochornoso incidente con nuestra Canciller (acto descortés), echó por tierra todos estos principios cardinales del Derecho Internacional.
Pero lo peor no viene de afuera, sino de adentro, de sus mismos coterráneos, a quien fue a defender de este orquestado ataque de los lacayos del imperio.
Una vez más, la ceguera escuálida les impide objetivar los hechos; y califican de loca a quien hizo valer los intereses de la Patria, y de heroínas a aquellas que buscan apoyo imperial para descuartizar al país.