Odio tienen para regalar

La actitud asumida por la “médica” Beatriz Toro al negarse a brindar asistencia a un colega, por razones políticas, dibuja bastante bien a esos farsantes que viven argumentando que el país está dividido, gracias al odio sembrado por el presidente Chávez.
Esos que siempre han creído que la calidad humana y la inteligencia sólo están presentes en quienes tienen recursos monetarios y a quienes los humildes le inspiran temor, porque los consideran delincuentes; nunca han asumido su responsabilidad por el terrible daño que le hicieron al país y a la sociedad venezolana.
Ahora, como si fuera poco, pretenden culpar a otro de sus miserias y bajas pasiones.

Uno que tiene una concepción de la política diferente y comulga con las enseñanzas de Cristo, no puede dejar de sentir lástima por esos que como la “doctora” Beatriz Toro, andan por la vida vomitando odios y deseando la muerte de Chávez y sus colaboradores.
Realmente es lastimoso ver a seres humanos con un alma tan enferma por el odio, la envidia y la malignidad, pero más triste es saber que en lugar de buscar ayuda profesional o paz en las enseñanzas de Jesús, prefieren esgrimir el argumento de que su odio les fue sembrado.

Con descaro afirman que Chávez tiene dividido el país, al mismo tiempo que contratan sicarios para asesinar campesinos, celebran el acto terrorista que cobró la vida de Danilo Anderson y se muestran indiferentes (en el mejor de los casos) cuando se violan los derechos humanos de la forma que lo hicieron durante aquellos días de abril.


Ese odio que les brota por los poros, no se los sembró Chávez, es una consecuencia de su falta de conciencia y pobreza de espíritu.
Ahora, cuando la amargura los invade por haber sido desplazados del poder, les parece que el país está dividido. Nunca les pareció así, cuando el pueblo rumiaba su rabia en medio de la pobreza y la exclusión, mientras que unos pocos manejaban el estado en su propio beneficio y comprometían el futuro de todos con una política antinacional y entreguista.

No necesitan que nadie les siembre odios, sus mezquinas almas son una fábrica del vil sentimiento. De ellas brotaron los argumentos que justificaban la miseria a la que condenaron a millones de compatriotas.
No es el discurso de Chávez el que los ha convertido en monstruos; es ese sentimiento de ira que los invade cuando se presta atención y servicios a aquellos que por siempre consideraron sólo dignos de limosnas.
Ese odio no es nuevo, es tan viejo como ellos. Siempre lo llevaron consigo, sólo que cuando estaban en el poder o disfrutaban de los privilegios que les brindaba tener recursos económicos o contactos, no cargaban a cuesta la frustración que hoy los hace mostrarse tal y como son.


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Alexis Arellano


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