Es indudable que con la oposición venezolana tenemos lo que puede ser calificado como un camino culebrero, bastante difícil y no es porque se nos ocurra cargarle la mano a la oposición, en su desmedro y lanzar la alfombra roja para que por ella caminen los intérpretes de la Revolución Bolivariana.
¡El asunto no va por esos lados!
Lo que tratamos es algo muy sencillo y el asunto está en que, como suele comentarse, quién miente una vez, miente dos, tres, cuatro y todas las veces que sea posible, lo que pone la trama que se dibuja sobre las conversaciones como bastante cerrada, muy cerrada.
¿Si la oposición ha tenido un doble discurso desde que la conocemos, quien puede decir que sus dirigentes no estén montados en una novela al estilo de la televisión, con más mentiras, trampas, escándalos y desenlaces nada éticos?
Ejemplo de las mentiras –recordemos- puede comenzar por el anuncio hecho por Henry Ramos Allup, en el proceso electoral del 2004, de que en horas, presentaría las pruebas del fraude.
Esa palabra, fraude, ha sido la palabra-respuesta preferida por los distintos líderes opositores (¿?), a la hora de exponer sus argumentos en contra la fuerza revolucionaria que siempre los vence. Nunca han tenido un argumento contundente, que ponga a pensar a las personas, solo han dado repuestas vacías.
Y como todo el país lo sabe, la oposición nunca ha tenido nada positivo que mostrarle a la mayoría ciudadana, ni siquiera han presentado un plan, ya que de lo que se habla en la calle es que ellos cobran comisiones por el endeudamiento que aspiran en el que caerá el país o por donde ellos piensan meter a la nación.
Entonces, con un feo antecedente que exhiben los más variados miembros de esa oposición, uno no cree en ellos y le envía el mensaje a la Revolución Bolivariana de que no se pueden descuidar con esos sujetos.