Retomo con serenidad la pasión que imprime el ser un activo observador-participante de los acontecimientos políticos que se derivan del proceso bolivariano, vuelvo al café militante frente a mi computadora que celosamente guarda mis trasnochos y las premisas para elaborar un pensamiento por la libertad. Dibujo ideas e hipótesis, material imprescindible para armar un sendero en la madeja disonante de una oposición que raya en la estupidez más ramplona.
Como militante del saber popular y convencido de la riqueza del mensaje del pueblo, salgo a la calle a alimentar mis ansias de temas, formas y contenidos con lo cual a cada instante certifico que soy un átomo de esa masa con conciencia que apuntala con su fe, al presidente Chávez. Así tomo sin prisa pero sin pausa el café de mis pasiones transportándome a un espacio multidimensional de teoría y praxis devenido de la voz de Dios hecho saber, del saber hecho gente como usted y yo. A partir de allí, grito con súbita fuerza las consignas de la batalla, enarbolo mi bandera roja y siento en mis venas el fluir de los dones históricos de nuestros libertadores latinoamericanos.
Como masa con con-ciencia, sabemos de nuestra responsabilidad con la patria, entendemos que a los revolucionarios no nos compran con miserables discursos vacuos, no se nos enfría el guarapo frente a las dificultades, y lo mejor, no hay diablo que nos pueda asustar. Entendemos que a pesar del extraordinario momento histórico que vivimos, aun no emerge una oposición inteligente y racional que plantee una alternativa al discurso revolucionario, mas haya de la denuncia infundada que solo sirve para hacer ruido, pero que no tributa a los objetivos del país.
Estamos en plena batalla electoral, y aunque la oposición no divierte con su pobre actuación, hay que advertir que no por ello hemos de dejar de hacer lo que a los revolucionarios nos toca hacer en pro del logro de los objetivos. Hemos dicho hasta el cansancio que esta lucha no es contra los aletargados candidatos del grupo de los ex, no, esta elección es entre el imperio y el humanismo, entre la libertad de los pueblo y el fantasma del hegemónico cobarde que ataca, maltrata y destruye todo lo que consigue a su paso.
Nuevamente florentino con su prosa clara hará huir al pata de cabra vestido de negro. Otra vez, las calles se vestirán de rojo y al llamado del clarín de la patria nadie evadirá el compromiso con nuestra naciente revolución. No hay duda, no podrán con el huracán bolivariano tanto los que abiertamente se refugian bajo la falda del imperio, como aquello que disfrazado de mansas palomas intentan colearse para bien de sus mezquinos intereses en la revolución.
Estamos en batalla, y nuestras armas son la verdad y la justicia en manos de las diez millones de conciencias que el tres de diciembre pulverizaran la conspiración. Todos somos Florentino cabalgando hacia el horizonte de nuestra historia libertaria, que nadie se quede en su casa, fuera el hediondo a azufre.
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