Ante las palabras del Presidente Chávez en la Organización de Naciones Unidas -ONU-, un grupo de venezolanos ha asistido a la embajada de Estados Unidos para solidarse con el Presidente Bush, y protestar contra el presidente Chávez y otros han escrito artículos pidiendo disculpas como venezolanos ante la "arremetida" del Presidente.
- Me muero de la vergüenza, Roberto.- Así me dice Cinthya Machado Zuluoga, cuando nos encontramos en el café de siempre.
No espera que tome asiento, se levanta de la silla, y como siempre, con todo su escultural cuerpo, se me viene encima sin carnaval ni comparsa y secándose las lágrimas, me da un beso, llora, y luego tomamos asiento.
- Pasamos la raya amarilla, mi amigo. ¿Qué presidente tenemos nosotros, que llama Diablo al presidente de todo el mundo? Yo, ahora es cuando estoy saliendo de la casa, después de una semana escribiendo correos y haciendo llamadas a todos mis amigos de Estados Unidos, pidiéndoles disculpas, y te digo más, estoy tan moleta que, si voy a Miami, me acuesto con el primer americano que me encuentre para ver si puedo pagar así esta ofensa. Es que me muero de la vergüenza.
Confieso que he vivido de asombro en asombro. Cinthya se nota acabada, a pesar de que tiene uno de los mejores cuerpos que he visto en la ciudad. Es fiel a sus principios. Desde pequeña ha sentido un gran cariño por los gobiernos de Estados Unidos, y en su primer viaje a Miami, el Ratón Micky la llenó de ternura y emoción, tanta, que todavía hoy conserva esa ternura. Parece que estuviera leyendo esta crónica y dice:
- No, Roberto, ya perdí la ternura. Tengo una crisis de ternura. Así no se puede seguir en este país. Tú también tienes que apoyarme. No puedo creer que después de ocho años de insultos y amenazas, tú sigas apoyando esto, y lo peor, mis amigas me preguntan qué haces tú hablando con esa chusma, con ese mediocre, con ese marginal, con ese chavista de baja cama.
Llama al mesonero y renueva su botella de agua Evian. Pido un café negro y el mesonero, como siempre, no abandona la mesa sin dejar de ver esas piernas cargadas de erotismo que están allí tan cerca.
Le cuento que lo más importante es la amistad. Que la democracia es eso. Que todos podemos discutir. Palabrear. Entendernos. Ella me ve con esos ojos, que fueron siempre alegres y hoy parecen que mueren de tanto llorar, y me dice.
- ¿ Por qué a nosotros, Roberto?. ¿Cómo va a llamar diablo a mi lindo presidente de EEUU?
Intento secarle una de las lágrimas que bajan por sus sensuales mejillas, pero me detiene la mano. Ella saca de su cartera Armani un pañuelo de seda y seca sus lágrimas. Desde la barra el mesonero me ve con rabia, a lo mejor piensa que Cinthya está llorando por que yo no la quiero. Ella me toma la mano y me dice:
- Roberto, tú también tienes que pedirle perdón a Bush. Todos tenemos que pedir perdón, como hizo Capriles Radonsky, como han hecho muchos. Tenemos que hacer una marcha, con nuestra bandera americana - la saca de la cartera y la coloca sobre la mesa- y gritar a voz en cuello: “Con mi Bush no te metas”.