El último caldo con babero..., el grandísimo pleito en el Zulia. De cómo Rosales se sacudió a Edmundo…

Hubo un pleito a la hora del almuerzo, el día 23 de julio, en Maracaibo, encontrándose presentes, Manuel Rosales, Edmundo y su esposa Mercedes, así como también doña María Corina Machado. Rosales, sin mediar mucho en la cuenta que le incumbía, le espetó a María Corina: "-Aquí no ha llegado un dólar para la campaña, y yo no puedo poner una locha más, para que lo sepan. Me tienen apretado en estos shows en los que quieren que yo salga a dar la cara, y también a poner la plata. Se debe reconocer que esto es un desorden, y aquí me han mandado gente para echarme más vaina de la que tengo que enfrentar cada día, es una provocación ponerme de por medio a este señor Guanipa…".

Cuando Manuel Rosales se retiró, con poca educación, a cumplir con "delicadas" funciones de su administración, Edmundo le dijo a su mujer Mercedes: "-Querida, sáquenme de aquí, otro pugilato más, por favor, ¡hasta cuándo!, yo no quiero seguir en medio de tantos pleitos. ¿Qué podemos resolver, nosotros, díganme? Imagínate si me toca gobernar en el estado en que me encuentro. ¿Con qué fuerzas? Y además, cada cual jalando para su lado, porque son muchos los que piden y se sienten agredidos como si nosotros tuviéramos la culpa, y te aseguro que mañana aparecerán miles reclamando sus parcelas, sin haber hecho nada, lo peor. Para todo es una pelea, un disgusto, una incomodidad".

Iban por los pasillos del lujoso restaurante y a pesar de que los aires acondicionados funcionaban a todo pulmón, parecía que la temperatura se mantenía como afuera, a 40 grados a la sombra. El candidato sudaba a raudales, se sofocaba, le temblaban los labios como si quisiese decir algo y no atinaba a coordinar las palabras. Daba dos pasitos y se detenía, de un lado iba sujetado del brazo de María Corina y del otro lo llevaba doña Mercedes. Cuando se detenía musitaba: "-No puedo más"–también se le oía un extraño ronquido, que preocupaba a doña Mercedes. En el fondo María Corina comenzaba a sentirse fastidiada, ahogada, harta, simplemente cumpliendo con sus cargas que otros denominan "SALIDA A SU GUSTO Y PARECER"…

Durante varios minutos Edmundo quedóse petrificado, sujetándose a una columna, respirando fatigosamente. Cuando reinició la marcha y hablando consigo mismo, dijo: "¿Cuándo se terminará esto, virgencita de la Caridad, Dios Padre Todopoderoso? Yo se lo había advertido a María Corina: NO QUIERO PLEITOS A MI EDAD. Si se van a pelear que no lo hagan por lo menos en mi presencia. Yo no me encuentro bien. Sí acepté sacrificarme por el país, hacerle este aporte para liberar a Venezuela del comunismo, bueno hasta allí, me parece suficiente, pero verdaderamente me han estado pidiendo demasiado, ya no puedo con estos trajines y desacuerdos, y cada día aparece un nuevo lío, por amor a Dios, tengan piedad…. Tengan un poco de consideración... Y ahora es Rosales quien viene a molestarse. Yo se lo dije a María Corina: te lo ruego, no quiero encontrarme con Manuel porque él tiene sus razones para sentirse ofendido, desplazado, al verse obligado a declinar su candidatura a mi favor, teniendo él muchos más motivos que yo para buscarla y sostenerla. Él no puede sentirse agradado ante mi presencia. Si hubiera sabido de todos estos inconvenientes habría preferido irme a la piscina,…"

Así era la quejumbre del candidato, que a veces daba la impresión de que hablaba solo. Constantemente lo estaban abanicando, le daban sorbitos de agua, al tiempo que dos manganzones, suavemente iban sosteniéndole por las espaldas. A la final, aunque se hizo lo imposible por evitarlo, fue necesario buscarse una silla de ruedas. María Corina trataba de transmitirle coraje: "-Un esfuercito más, amigo Edmundo. Ya casi llegamos. Saldremos de esta caravana y ya será la última, se lo prometemos. Un diíta más y listo", y por su parte doña Mercedes le decía: "-Por favor, mi vida, lo que tú decidas. Entreguémonos a Dios y a la Virgen, que nunca nos desamparan. Pero tú dices si paramos esto. La decisión como muchas veces te lo he dicho debe ser tuya". Edmundo a pesar de las grandes dificultades que debía enfrentar, no estaba en condiciones de renunciar a su candidatura. Él ya en este mundo no era cualquier cosa. Jamás imaginó ganarse ese Gordo, llegar tan lejos. Él sentía que su posición tenía un sabor a grandeza muy especial, sentirse el centro del universo, siendo llamado por emisarios de los hombres más importante de la tierra: Biden, Trump, Milei, Boric, Macrón…, Boluarte, Noboa, Bukele, Pedro Sánchez, era algo a lo que no podía negarse ni dejar de disfrutar, aunque a la postre le pudiera costar las pocas energías que le quedaban: se sentía entre el sepulcro y la gloria…

Aparte, doña Mercedes le decía a María Corina, que a Edmundo se le ha exigido un esfuerzo desmedido para su condición física y mental. Que se le ha metido en un programa de trabajo con muchos conflictos, que él no puede resolver, y agregó con severidad: "-Y me parece que Manuel Rosales ha sido irrespetuoso, y es la envidia que lo está matando. Él no puede venir a decir ahora que lo están presionando para que saque dinero de donde no tiene, y tampoco esas son las maneras, porque Edmundo lo que está haciendo es sacrificarse por todos nosotros, incluso por el mismo Rosales. Edmundo, así lo acordó el propio Manuel en la reunión que se hizo en Miami, en el que dijo que pondría todo su empeño para llevarlo a la presidencia y que no se preocuparan por los recursos, a usted le consta, ¡qué señor tan grosero!…".

Edmundo se detuvo en unos bancos del pasillo, mientras esperaban la silla de ruedas. Luego le pidió a su mujer que rezaran un Padrenuestro, un Ave María, Gloria y Acción de Gracias. Y comenzaron los rezos, los murmullos. Edmundo rezaba cerrando los ojos, y con el rosario en sus manos: "Madre mía, vengo ante ti a bendecirte por las cosas grandes que ha hecho en ti Dios todopoderoso, a agradecerte las gracias que me has alcanzado, a consagrarte todos mis esfuerzos y pensamientos, palabras y obras, y a pedirte tu bendición para mí y cada uno de mis hermanos que me acompañan en este Viacrucis. Duro, Padre. Concédeme imitar la vida de oración, de obediencia, de pureza, de sacrificio y de sencillez que compartiste con tu hijo, nuestro hermano y Señor. Ayúdame a formar un corazón manso y humilde para soportar estos golpes tan duros, sobre todo de los que dicen que están conmigo. Alcánzame la gracia, por si acaso de un momento a otro me despido…".

Lo peor ocurrió una vez que subieron a Edmundo en el camión, para así iniciar el trayecto de la caravana. Apenas lograron con grandes escuerzos llevarlo hasta la plataforma, sintió que realmente se despedía. Doña Mercedes se angustiaba, María Corina procuraba alzarlo sin saber para qué, darle aire, pedir que lo abanicaran. Y lo peor de este gravísimo contratiempo, encontrándose aquel hombre pálido, desmayado, sin aliento, era ver cómo multitud de gente que le acompañaba lo que hacía era buscar los mejores enfoques con sus celulares para luego difundirlo y viralizarlo por las redes. "-Estamos infiltrados", le dijo alguien a la doña,,, Eran muchos… ¡Coño, qué cruel es la gente!



Esta nota ha sido leída aproximadamente 450 veces.



José Sant Roz

Director de Ensartaos.com.ve. Profesor de matemáticas en la Universidad de Los Andes (ULA). autor de más de veinte libros sobre política e historia.

 jsantroz@gmail.com      @jsantroz

Visite el perfil de José Sant Roz para ver el listado de todos sus artículos en Aporrea.


Noticias Recientes: