No era de Barlovento, ni de Ocumare, tampoco de Oriente o Costeña, ni de la Guajira, menos de Guayana o de Occidente, no era de ninguna parte.
Parecía de plástico, de mentira, se enredaba con sus palabras, trataba de hacer morisquetas en nuestros ojos, tongoneando su trasero indecente de una manera grosera, insinuaba deshonestidad en la decencia de mis amigos, incitando a la lujuria y las bajas pasiones, en fin quería sin verguenzearme para que no trabajara y estuviera todo el dia en el chinchorro pensando ociosidades que me embrutecieran cada dia más.
Manipulaba mi inocencia con bajezas ideológicas y palabras descompuestas, su léxico era vulgar lleno de incoherencia, limitado en los conceptos, se transformaba, se encogía, los ojos se le ponían rojos como cuando se esta poseído por sustancia psicotrópica, una de las cosas que más llama la atención, es que aún saliendo del baño huele a azufre, quería enamorarme con ademanes extraños, que no me dejan definir su nomenclatura, cuando se para frente a mi pierde su definición y no logro determinar que es, cuando la imaginaba útil, se defecaba ante mis ojos y se revolcaba en su excremento falso, que me hacia despreciarla por que no era negra como la que tengo en casa, que me ayuda a construir sueños junto al HOMBRE QUE EMPUJA, era negra como lo malo, como lo oscuro, como la conciencia del diablo, como el alma de sus creadores golpistas que andan ensuciando al pueblo.
Era extraña, falsa, era mala y hasta puedo decir que no es como las negras de mi pueblo, que anda alegre buscando la gloria.
Esa negra cayó en desgracia y no aguanto la prueba de amor con que el HOMBRE QUE EMPUJA empezó a llamar a su pueblo, porque esa negra es una diabla.