Cuando Donald Trump pronunció su discurso del Estado de la Unión -una exaltación propagandística de su nefasta gestión más que un informe anual de resultados- quiso mostrarse una vez más como el rey del mundo. Resultó grotesco como de costumbre. Es su personalidad psicopática.
Pero peor se mostró la oposición guaidosista que paso varios días aguantándole todo tipo de desplantes al inquilino de la Casa Blanca. Le lambucearon hasta lo indecible una audiencia aunque fuera para una foto, en cualquier sitio. El Potus, aprovechándose de la indignidad de los dirigentes opositores venezolanos, en el acto de Estado que convirtió en electorero simuló ser el soberano de Venezuela –claro, eso se lo cree esa derecha lamebota- para volver a designar al guaidiota –quizás nunca un apodo calzó mejor- como su "presidente". Trump hizo público, una vez más, su total desprecio contra el pueblo venezolano, así ratificaba que nuestra soberanía no cuenta para él.
Luego de escucharle las acostumbradas bravuconadas al energúmeno (Martínez dixit) los disociados desataron su odio por las redes sociales, volvieron a creer que había llegado el momento de su venganza contra el Bravo Pueblo Bolivariano y Chavista. Llovieron las amenazas pidiendo invasión, claro detrás de los teclados y desde bien lejos. Son los mismos que quieren que los marines hagan por ellos lo que por culillúos no se atreven. Esperan ver por televisión la tragedia en la Patria y después venir a disfrutársela.
Si la cosa fuera así de fácil Juan Manuel Santos no hubiese dicho recientemente que una intervención militar norteamericana desataría "un segundo Vietnam" para Estados Unidos, y muy preocupado señaló: "en Venezuela hay 100.000 milicianos armados con AK47" (en verdad son 4 millones) y que Colombia sufriría con esa intervención; alertó que el presidente Nicolás Maduro hoy está mucho más fuerte que hace un año. Por eso deberían dejar quieto al que está quieto como dice Diosdado Cabello.
Cuando Trump nombró a Guaidó en su discurso anual lo trató como un tema doméstico de la política interna. En la Casa Blanca no usó la simbología presidencial y lo humilló (aunque el pelele no se dio cuenta o no quiso darse cuenta por su indignidad) al exponerlo con los estandartes de los marines y el ejército gringo para continuar el show. Los medios pro yanquis lo llamaron "líder opositor" y no "presidente interino" como el año pasado. Trump sabe que para ganar las elecciones en Florida todavía puede usarlo, solo para eso le sirve ahora porque como su agente no le garantiza nada en Venezuela. Y al guaidosismo lo que le interesa son las cuentas de CITGO y las "ayudas humanitarias" porque ya se sabe un desecho político.