Venía con su banderita tricolor, la vieja, la de siete estrellas.
“¿De donde vienes?”, pregunté.
“Acabamos de introducir en el CNE una solicitud de impugnación de las elecciones de diciembre”.
“Y eso a que se debe”, lo convidé a aminorar el paso.
“¡Al fraude!”. Esto lo dijo sin titubeos pero con signos visibles de cierta exasperación.
Aquí mi dilema fue el de siempre. No sabia si preguntarle o no. En el pasado me he expuesto a insultos y a ataques personales por darle a disociados la oportunidad de hacer uso de su derecho a la libertad de expresión. Se incomodan cuando intentan expresar sus “creencias”, las dictadas por los medios, con sus palabras propias. El “fraude” es una de esas creencias y quizás la mas veneradas. Solo existe por ser un acto colectivo de fe.
Por eso lo puse sutilmente. “Oye, ¿A qué fraude te refieres?”
Entonces su voz subió de tono. “¡Es que tú no te has enterado que hay dos millones de votantes inscritos en el CNE que presentan la misma dirección!”
“Sí, eso escuché”, le confirmé calmadamente.
“¡Y hay mas de tres mil votantes con dos y tres cédulas!”, continuó.
“Denuncias” como estas rodaban por la red y en los medios audiovisuales. “Los resultados no reflejan la voluntad de los venezolanos”, decía una defensora de los derechos ciudadanos. Por pura fe le creyeron a pesar de que remató su declaración con ambigüedad: “Más que el derecho a elecciones limpias la que está amenazada es nuestra democracia”.
Imposible que a falta de elecciones limpias una democracia pueda ser amenazada “mas”. Si ese fuera el caso, democracia como tal, simplemente no existiría.
Mi atención volvió al disociado. “Pero, dime una cosa. Me imagino que entregaron pruebas de que toda esa gente votó. ¿No?”.
“¡Mira chico!”, dijo ya realmente alterado. “¡Yo no entiendo como es que alguien como tú sea chavista! ¿Que haces tú en los Estados Unidos? ¿Ah? ¡En el mismísimo imperio! ¡Hipócrita! Por qué no te regresas a tu barrio en Venezuela a defender la revolución. Te tengo pillao pajarito..., sé donde vives. ¡Y además vives muy bien! Tienes hasta un conejito de “Easter” en tu “front yard”. ¡Al estilo norteamericano! No te escaparás cuando termine esta pesadilla. ¡Hay! ¡Pobre de ti enajenado rojo-rojito! ¡No nos olvidaremos de ti!”
Se alejaba a toda prisa visiblemente indignado. “¡Oye! ¡Perdona! ¡Era solo una simple pregunta!”.
No me dio tiempo de invitarlo a un cafecito ya que sabía donde yo vivía. Porque la verdad sea dicha, una cosa es que Chávez lo tenga loco y otra que yo lo considere un enemigo.
Aunque en la hipotética visita, ni loco le ofrecería Chivas de 18, el que guardo para invitados. Ahí sí es verdad que se pondría bravo el hombre. Dígame si ve la foto de mi hijo con Mickey Mouse. ¡Nojose! ¡Me quema la casa!
Si “ideológicamente” hablando el conejito de Easter es anti-chavista, Mickey Mouse debe ser un digno y decente meritocrático miembro honorario de la sociedad civil.
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