María Corina Machado (MCM) convocó a una marcha "mundial" el sábado 17 de agosto para protestar contra la fraudulencia electoral de Nicolás Maduro. Así lo manifiesta en su convocatoria: "vamos a tomar las calles de Venezuela y el mundo" para cantar victoria (https://www.infobae.com/venezuela/2024/08/11/maria-corina-machado-convoco-a-nuevas-movilizaciones-para-el-17-de-agosto/).
Normalmente las convocatorias y marchas tienen lugar en los puntos álgidos de un reclamo determinado. Por ejemplo, si el reclamo es una mejora de las condiciones laborales y un aumento de sueldo, es esperable que los trabajadores rodeen la sede jefatural de su empresa y, como presión, se declaren en huelga. Si se trata de un reclamo electoral, como es el caso, es factible que el candidato defraudado asista con sus adeptos a los entes de conteo del voto.
Pero en el caso de MCM, su convocatoria trasciende al llamado de una marcha de grado local (en el ejemplo, los trabajadores) o nacional (elecciones) y la proyecta como una manifestación de tercer tipo, internacional, como suele realizarse cuando ocurre una calamidad de alcance mundial cuando las capacidades humanas no son suficientes para remediar e impera el sentimiento de la injusticia y la impotencia, sea contra el hombre mismo o la naturaleza desbocada. Ejemplos sobran: Guerra de Vietnam, masacre de palestinos, invasión de Irak, invasión de Panamá, bombardeo nuclear, inundaciones o pestes.
En tales circunstancias no es raro que se realicen llamados puntuales para orar o mostrar un rechazo generalizado, global.
Si es el caso, por ejemplo, que Israel y los EE. UU. están masacrando a los palestinos y no existe ninguna fuerza humana o institucional para detenerlos, no queda más que, por lo menos, en medio de la impotencia y la tristeza, expresar el rechazo del mundo ante tal acto.
MCM, que no es ni siquiera la demandante afectada por ser una política inhabilitada en Venezuela, coloca un hecho de tipo nacional como si fuese una calamidad o tragedia de repercusión mundial (¡ay de la hambruna! ¡hay del genocidio!), llamando al exterior a deshacer entuertos internos, desdeñando instancias o institucionalidades propias para ejercer sus reclamos. Elecciones van y vienen todos los años en una globalidad de casi 200 países, pareciendo presuntuoso ─si no loco─ pretender que terceros remedien peculiaridades cuando existe jurisprudencia vernácula para resolver. Corresponde con este perfil su negativa como ente político (detrás de Edmundo González) a comparecer ante el Tribunal Supremo de Justicia para dilucidar el asunto de las actas que ella tanto impugna.
Claros en que no le importa la legislación nacional de su país, su cometido es, consecuentemente, buscar la sanción de entidades internacionales como la OEA (a la cual Venezuela no pertenece), los EEUU (que siempre ha soñado con invadir y robar la riqueza de la patria de Bolívar), la ONU (que es un mecanismo vetusto al servicio de intereses imperialistas), la UE (que son una pila de países históricamente corsaria y colonialista) y las múltiples cortes internacionales de justicias (CPI, CIJ, etc.), organizaciones de naturaleza veleidosa que, históricamente, jamás han fallado en favor de causas que requieran una real acción defensora y que no comulguen con el despojo y la rapiña. La genética constitucional de estas últimas figuras se enraza con el porte y acto de esas organizaciones que, espectacularmente, han arrebatado territorialidades, nacionalidades y riquezas a terceros.
Y Venezuela, en efecto, fue un país tercerizado cuando lo despojaron del Esequibo, le robaron los banqueros ingleses sus toneladas de oro y le cogieron los gringos su empresa petrolera Citgo. ¡Vaya pena!
A no ser que busque tercerizar la elección de un presidente en su país, es decir, que otros desde afuera elijan quién gobernará a Venezuela y se cuenten sus votos en una mesa de revisión internacional (despreciando lo propio), la convocatoria "mundial" de MCM no tiene sentido, como sentido internacional sí tendría, por ejemplo, reclamarle al gringo el asesinato sionista de palestinos o sus acciones criminales del pasado contra la nación nipona, imprescriptibilidad inolvidable.
Se trata de una mecánica confabulada para orillar a Venezuela en la ilegitimidad e ilegalidad, y, convenientemente, declararla país forajido, y así obstruirla en su crecimiento y fortalecimiento para, finalmente, jugar con la idea de apoderarse de ella algún día. Para estos fines, no es nada difícil proclamar en una isla cualquiera que Edmundo González es su presidente o que MCM es la delegada estadounidense para los asuntos de Venezuela, teniendo en mientes que ya en el pasado lo hicieron con Juan Guaidó sin que mediase un voto o acta de por medio.
Afortunadamente no se conocen colonias espaciales humanas o alienígenas porque, cuando se trata de Venezuela, hasta allá podrían llegar convocatorias del cuarto tipo, a saber, intergalácticas.