Como dice el Padre Ocando, el culto sacerdote del programa dominguero de la televisora “Niños Cantores del Zulia” que retransmite VTV, la iglesia no sólo es el templo, ni tampoco los sacerdotes. Es la sociedad de los cristianos; allí caben sacerdotes y feligreses. ¿Cuántos son los feligreses del catolicismo venezolano? ¿Cuántos de ellos están de un lado u otro en este país “muy dividido”, como habla el cardenal? ¿Cuál es la correlación de fuerzas entre los mismos sacerdotes?
Seria muy bueno que la alta jerarquía tuviese respuestas sensatas y no sesgadas a esas interrogantes, antes de tomar partido contra el gobierno nacional. Porque aquí nadie es tonto para no percibir de qué lado cojean quienes están en la cúspide de la organización sacerdotal católica.
Y es poco cristiano pedirle a un presidente, quien es miembro de esa iglesia, que con un ramo de oliva en la mano, baje la cerviz ante las agresiones y posiciones políticas de encumbrados jerarcas que actúan como agentes de la oposición y enemigos de multiplicar los panes.
Baltasar Porras, el padre Ugalde, aquel que se ufanaba de “soy adeco y qué”, durante los días del golpe de abril, Roberto Luckert y Rosalio Castillo Lara, para nombrar solamente algunos, no pueden ser tomados en serio, cuando hablan de reconciliación mientras se la pasan “con el mazo dando”.
Por eso, el cardenal Jorge Urosa Sabino, de quien este servidor aún espera un gesto de amplitud que vaya más allá de frases dibujadas, si espera reconciliación hasta donde lo permita la necesidad de romper privilegios, acorralar al agiotismo, derrotar especuladores, es decir sacar a los malos del templo o cumplir con leyes cristianas, debe ver la viga en ojo propio antes que la brizna en el ajeno.
No es nada equilibrado el cardenal cuando sólo escucha las frases que en respuesta pronuncia el presidente, porque sordo es como una tapia, cuando sus colegas de la alta jerarquía le dan rienda suelta a sus lenguas y fiebrosa imaginación.
¿Acaso cuándo los sacerdotes arriba mencionados, hablan a la televisión, prensa escrita y hasta a los pacientes feligreses en los templos, lo hacen en tono conciliatorio y en exquisito lenguaje al estilo de Fray Luis de León, Ernesto Cardenal o Juana Inés de La Cruz?
Para muestra vaya un botón; ayer mismo el sacerdote Roberto Luckert, arzobispo de Coro, quien debe cuidar su lenguaje porque es estandarte de su oficio y “dignidad”, lo más inteligente y delicado que dijo fue, “el Socialismo del siglo XXI, es un chuzo con el cual el presidente quiere meternos una autocracia militar”.
¿Esa procacidad, cardenal Urosa, la califica de tono conciliatorio? ¿Es esa forma, la de Luckert, la adecuada y más civilizada para enfocar el proceso venezolano e incitar al debate esclarecedor? ¿Recoge el pensamiento y el estilo de la mayoría de lo qué, con el padre Ocando, llamamos iglesia venezolana?
En cuanto a los otros, no es necesario recordarle nada. Usted bien lo sabe todo. Como aquel grotesco espectáculo en el sagrado templo de la Divina Pastora y sacerdotes en Miraflores, no bendiciendo porque tal cosa era imposible, pero si aplaudiendo la distorsión de la voluntad popular.
Sí, es necesario llamar a la reconciliación, tomando como válida tal palabra; pero no es suficiente darse golpes de pecho en lo íntimo, sino en público reconocer errores, como aquel de alejarse de los principios cristianos. Lo cristiano está más allá de encerrarse en los templos y vivir conciliado con quienes represan las aguas purificadoras.
Y no es respetable, menos cristiano, pedirle a los demás “calma y cordura”, buenos modales, paz y concordia, mientras a los míos, rienda les doy para que recorran la sabana, los caminos de Dios, desatando sus luengas como foetes lacerantes.
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