Debido a la compleja coyuntura que le da vida, el proceso bolivariano ha estado constreñido por años a navegar entre dos aguas para ganar tiempo, adquirir músculo y sortear la mega conspiración continuada de los agentes del capitalismo internacional.
Gracias a la acertada conducción de su líder fundamental, el movimiento bolivariano exhibe sobre la marcha el logro indiscutible de su propia definición; aunque ideológicamente el perfil es impecable, aún damos los primeros pasos hacia el gran salto cualitativo y cuantitativo que demanda la revolución del poder popular.
En todo caso, resulta una verdadera paradoja que entre logros significativos del actual gobierno resalte la estabilización y avance de indicadores de la economía neoliberal, dejando al descubierto la ineficiencia histórica del productor -capitalista- vernáculo. Nunca había crecido en forma tan exponencial la demanda de alimentos como ahora y sin embargo la cadena alimenticia presenta preocupantes signos de escasez en variados productos.
Esta claro que nuestros -empresarios- no se pierden por gusto ni mucho menos por diferencias ideológicas, el jugoso negocio de venderle al gobierno, por ejemplo, la millonada de kilos de pollo que distribuye MERCAL entre la población; sabemos que el capital no tiene fronteras y la plusvalía menos. Allí no hay problemas de precio ni mucho menos, el enorme volumen garantiza utilidades muy alentadoras, sencillamente son incapaces de satisfacer la nueva demanda, lo cual resulta lógico si consideramos que han operado históricamente a la sombra de componendas cómplices con la clase política que tradicionalmente gobernó a este país.
Siempre dedicados a sacrificar calidad e incrementar groseramente utilidades con productos deficientes en todo el sentido de la palabra, ellos nos presentan un ave escuálida, sin molleja ni hígado, que raramente supera los dos kilos por unidad (sabemos de las porquerías con que les mal alimentan) y que congelan llena de agua antes de salir al mercado a chantajearnos descaradamente con precios especulativos sustentados en la incapacidad que ahora llaman deportivamente -escasez-.
Es el perfil real de quienes se auto catalogan capitalistas en Venezuela, como si no supiéramos del divorcio conceptual entre este salvaje modo de producción y la ineficiencia productiva que lleva a la quiebra inevitable del negocio. Deben agradecerle a Chávez, nada menos que la supervivencia, a pesar de su ineptitud empresarial.
Entre tanto, el ave que compramos a Brasil promedia los tres kilos por unidad, viene debidamente congelada y empacada con molleja e interiores, sin agua y a un precio aceptable si consideramos que debe importarse.
Sus productores no son precisamente socialistas, tampoco descuidan la demanda interna de su país al venderle a Venezuela; sencillamente son capitalistas que han desarrollado capacidades productivas bajo las leyes del mercado y no de turbios negociados con el sector oficial. Si usted observa algún parecido con otros rubros de la cadena alimentaria o de la economía privada venezolana en general, ha de ser mera casualidad.
Pero sin duda alguna el brasilero, es un pollo que habla después de muerto.
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