En mis tiempos de estudiante los líderes de liceos y universidades se hacían en la lucha diaria, en la calle y sin ayuda de nadie. Sin autobuses y sin logística. Sí se quiere se protestaba por ese estado natural de irreverencia juvenil y por la disposición de ir contra lo establecido. Jamás obedeciendo a maniqueísmos ni manipulaciones Casi siempre los cabecillas provenían de centros de estudios públicos. Nunca de los privados.
Por lo general los líderes eran estudiantes humildes, limpios de perinola. La faena no les permitía dedicarse a tiempo completo a los estudios. No tenían acceso a los periódicos. Tampoco a la tele. Era sueños irrealizables. Lo nuestro era la batea, el multígrafo.
El formato policial para combatir las protestas estudiantiles era un combo completo: cana, tortura, asesinato, ruleteo, desaparición y terrorismo familiar. Los profesores que hacían causa común se eximían de apoyar públicamente a sus pupilos por miedo a perder sus empleos y a ser torturados, eliminados. Recuerdo cuando botaron por comunistas de la escuela Guaraguao, de la Menegrande Oil Company, de Puerto La Cruz, a mi hermano José Jesús Hernández y a Pablo Emilio Hurtado.
Asimismo como no recordar cuando torturaron a mi profesor de Física en el liceo Nueva Esparta, de Porlamar, Argimiro Tomasaukas. Cuando perseguían al geólogo Luís García y a su esposa Consuelo Escalona, también docentes en el siempre recordado liceo neoespartano por ser camaradas.
En esa época Ser comunista, cabeza caliente, era un peligro. No había seguridad. Se sabía que ibas a una tarea revolucionaria. Pero no si regresarías con vida. De esos tiempos recuerdo a Cesar Sucre echándole u.c.b, montado en una tarima llamando a protestar por la persecución estudiantil desatada por la Digepol de Rómulo luego que lanzara aquella sentencia bárbara: ¡Dispara primero y averigua después!
La lucha era clandestina. Hablar en público era una temeridad. Era un pasaporte directo a los lúgubres y yertos calabozos de la Digepol con un destino incierto y lleno de las más temibles vicisutudes.
Los patiquines tipo Goicoechea nunca se hubiesen anotado en tan peligrosa partida. Y de haberlo hecho se irían en tripas ante el primer peinillazo. Eso de ir a la Asamblea Nacional (otrora Congreso Nacional) ni en película. Y si hubiere ocurrido me imagino la actuación de los líderes de entonces. Jamás hubiesen cometido esa comiquita de quitarse las franelas y abandonar el hemiciclo evadiendo el debate. Y eso de participar en los programas de entrevistas de le televisión, incluyendo el canal de gobierno, ni soñarlo. Primero, porque estaba negado y segundo, porque al salir del programa la Digepol te echaba el guante.
En la IV República si había represión y tortura de la buena. A los estudiantes y sus líderes los buscaban como palito mantequillero y, cuando los encontraban, le daban el palo hereje. Acaso el asesinato del Chema Saher no es el mejor ejemplo.
Yo me quedo mirando como los Goicoechea le echan peste a la Revolución a cielo abierto y no los tocan ni con el pétalo de una rosa. Tanto que inventan fracturas de narices que no se las creen ni ellos mismos. El fuerte impacto de un tablazo en las fosas nasales, como el que fingió Goicochea, te ponen los ojos morados, se te hinchan los pómulos y te dificultan el hablar y el respirar, Y ustedes vieron la lozanía en el rostro de este líder de probeta y la facilidad con que “echo muela” en su show televisivo.
El zafarrancho mediático de Goicochea y su combo en tiempos cuartorepúblicanos hubiese sido motivo suficiente para desaparecerlo lanzándolo desde un helicóptero en el Amazona. Como era común hacerlo en esa época tan tenebrosa. Pero. Los tiempos, por fortuna, han cambiado. Hoy es una “manteca” formar peos mediáticos porque el Estado y sus instituciones te garantizan tus derechos. Sin embargo la Reacción se desgañita vociferando dentro y allende del país que Chávez es un dictador.
Los padres deben darles gracias a Dios y a Chávez por el buen trato dispensado a sus hijos por la Revolución Bolivariana. Y deben elimina r de sus discosduros, per. Seculum seculorum, que se los van a matar. El gobierno no es tan pendejo para pisar esa concha de mango.
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