Da pena ver el deplorable, patéticamente patológico estado existencial al que han podido llegar ciertas personas con la fútil excusa de su obsesiva militancia disidente.
No le perdonan al Comandante haber develado las cartas marcadas de la “democracia representativa” que tanto zurró nuestro trasero en el pasado y que yace moribunda en la orilla, cansada de nadar contracorriente.
Creímos durante mucho tiempo que tales niveles de disociación eran exclusivamente atribuibles a la manipulación mediática; ahora comprendemos, ese grado de distorsión no puede lograrse sin estar dotado de algún tipo de predisposición especial e incluso espacial. No sabemos si se trate de traumas por abusos sufridos durante la infancia, violaciones, violencia familiar, complejos que tanto abundan en el barro del que estamos hechos o peor aún, de algo hereditario; pero si tal condición fuese únicamente atribuible a los medios, todos tendríamos rasgos sicóticos a estas alturas.
¿Que tan mal hay que estar para oponerse a todo lo que proponga Chávez solo porque proviene de él? ¿Acaso no ha sido peor remedio hoyar infructuosamente en contra de nuestra independencia de las garras del águila imperial?
Y aunque poco nos importe en manos de quien terminen los beneficios de la sumisa conjura que pretende reinsertar a Venezuela en la periferia mundial, sabemos que no irán a parar a las cuentas bancarias de tanto marchista pendejo.
Cuando al principio ironizábamos sobre la necesidad de una Misión Loca Luz Caraballo para atender las necesidades de estos personajes contagiados de inhumanidad perversa, nunca imaginamos que realmente llegaría a ser una necesidad impostergable en pro de la seguridad del Estado y sus instituciones.
Los actores conscientes regresarán vencidos por el dolor de barriga de tanto comer caramelos y barras de chocolate en la “Marcha sin retorno”, en ese momento responderán ante el estamento legal con la pena que corresponda a los delitos cometidos. Pero el resto requerirá tratamiento clínico de emergencia y los casos críticos no tendrán más recurso que someterse a la cura de sueño para por fin despertar de la pesadilla infernal.
Quedarán para el triste recuerdo los autómatas que hoy reclaman ante los medios con la bocota abierta, el derecho a recibir con agrado los azotes lacerantes del capitalismo salvaje y sus lacayos agentes. Venezolanos que desean con fervor la miseria de ver caer los precios del petróleo convalidan atentados especulativos contra la economía de todos. Capaces de alegrarse por el aumento de la delincuencia o la caída en la producción de cualquier rubro. Los enemigos del Bolívar Fuerte sostienen ante la pantalla mediática, muy en alto y con las manos blancas, graciosas pancartas con la tierna figura del delincuente violador que las autoridades eclesiásticas empollan bajo la perversión de sus sotanas cómplices.
Aunque son cada vez menos, no debe descuidarse ni un instante el oscuro accionar antisocial de quienes pretenden sumirnos en una guerra civil fraticida.
Quedarán con los crespos hechos, en la cárcel los delincuentes y en la Misión Caraballo los pacientes.
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