Cuando el desespero se apodera del
cuerpo, a la razón como que no le queda otra opción que desbocarse,
concibiendo las más inesperadas medidas para mitigar la angustia. Así,
la aquejada psique idea una suerte de mundo paralelo de la fantasía
donde suele el organismo aliviar su sufrimiento. En tal mundo inventará
de todo, a la medida de una visión de vida, en la realidad descalabrada
o en decadencia. De modo que puede andar el loquito hablando en voz
alta con invisibles amigos comprensivos, criar unos pollos e imaginarse
que son un ejército que él comanda como un Napoleón Bonaparte o un
Simón Bolívar, asesinar gente o figurarse la encarnación de una persona
divina.
Casos graves, como se ve.
Ahora, hay gradaciones en la demencia, siendo un tipo más severo que
el otro, requiriéndose en unos casos camisas de fuerza para controlar
al paciente o inyecciones para dormirlo cuando la conciencia le tortura,
en otros. Otro casos habrá, no tan severo, controlable a través de
terapia.
Pero hay un tipo que es de espanto y brincos, a la mar de curiosa, pues
tiende a la colectivización y nunca pierde la conciencia de su propio
desarreglo, intentando sobreponer -se le dirá cínicamente- su mundo
particular de valores sobre el normal, el imperante o mayoritario. Es
la locura del oposicionismo político venezolano, alucinada minoría
que juega a la universalización de su enfermedad, a riesgo nomás de
que en el intento se le catalogue como cinismo, humana aptitud para
la mentira cuyo único riesgo desvergozante es que se le asocie con
la mitomanía o la megalomanía, que a fin de cuenta son pequeñas locuras
aceptadas por la sociedad sin el grado alarmante de enfermedad.
De modo que tenemos a una suerte de loco cuerdo suelto por ahí que,
bajo la acusación menor de cínico, megalómano o mitómano, deliberadamente
intenta subvertir la normalidad del país, intentando convencer a cada
ciudadano de que lo menor es mayor, que la abundancia común y la justicia
social son pobreza, y que lo humano siempre cambia para mal, esgrimiendo
siempre pruebas para apoyar sus aseveraciones, no importado que luzcan
absurdas, como, por ejemplo, un "6" que de repente volteado
se convierte en un "9", o cualquier otra locura que suene
a magia.
En fin, un tipo de locura no tipificada cuya no documentada inocuidad
ciudadana se traduce en una abierta licencia de acción, en cuyo nombre
despliegan sus promotores un arduo trabajo de enloquecimiento
social desde sus bases de operaciones, esto es una pantalla de TV, muy
enunciativas, por cierto, del mal que se sufre, pues, así como en su
diccionario un seis puede ser mayor que un nueve, así también toman
la virtualidad de una pantalla de televisión como sustituto del mundo
real de la calle. Fácilmente pueden decidir creer -y así pasarlo en
su TV- que una nutrida marcha gubernamental es escuálida, y, viceversa,
que una flaca reunión de personas es un innumero ejército opositor
que se prepara para el combate de defender a la patria, amenazada por
una minoría -en realidad mayoría- que detenta el poder en Venezuela.
Para el logro de sus objetivos no escatiman el uso de cualquier técnica
o recurso ilusionista, cuidando siempre que nunca se le incoe una acusación
de trasgresión normativa más allá que la de cínico, lo cual, como
ya se dijo, no está penado por en ninguna parte. De modo que los loquitos
no mentirían -siguiendo con ejemplo de las marchas- si éstas, por
ser nutridas y de adversa ideología, son enfocadas lo más alejadamente
posible, hasta el grado que el cuerpo de una persona sea distinguido
del tamaño de la cabeza de una hormiga, y luego sus imágenes sean
difundidas y apoyadas desde la prensa escrita bajo la fanfarria de que
no hay liderazgo ni apoyo popular, naturalmente dejando claro que ellos,
los subvertidos, son mayoría y el pueblo a un tiempo.
Usted enciende cierto canal de noticias o se compra alguno de sus periódicos,
y allí los encuentra, en pleno jolgorio ilusionista, hablando de números,
dimensiones y colores cuya decodificación es específica.
Es la oposición política venezolana, la misma que en el año 2.002
logró crear la virtualidad de un mundo paralelo, golpista él, tan
vigoroso que casi logra desalojar las bases reales de la democracia
venezolana a través del asesinato y de la mentira genocida. En esa
ocasión la enfermedad alcanzó un cenit, logrando traspasar la barrera
aceptada del cinismo, incurriendo en el claro delito de la locura desatada
en la calles, esa que hace creer al cuerdo que es menos y termina pasándolo
al bando de la "mayoría". De la época aún persisten en
el recuerdo muchos de sus heroicos actos, como un "presidente"
autoproclamándose sin elección popular, una decisión judicial de
"vacío de poder", unos canales de televisión gobernando
y un montón de gente a quien no le importó ser carne de cañón de
una demencia asesina.
Hoy, por acción de los cuerdos, que son la mayoría, semejante oposición
se debate en el temor de que no pueda existir realmente ni siquiera
a título de cinismo, debido a que luce confinada al espacio cerrado
de una pantalla de televisión, siendo más virtual que nunca, y donde
de hecho es la oposición más grande del mundo. De hecho, si usted
no enciende la TV no se entera: está allí como un germen, esperando
por más mentes que enardecer. Es más, cuando cobran cuerpo significativo,
como en las marchas que organizan, es notable el esfuerzo por escandalizar,
por magnificar, por llamar la atención, y ya usted ve que ni siquiera
los pobres árboles se salvan de ser incendiados.
Lógicamente, está siempre latente la posibilidad que la locura nuevamente
se desate, sobretodo si es aprovechada por factores extra nacionales
que manipulen a los loquitos. Usted le entrega una ametralladora a un
loco y le da la misión de que, así sea por la fuerza, forme un grupo
de similares, tenga la seguridad que muchos serán los miedosos que
se le paren firme. Sólo así, a través de la violencia, lo que es
virtual y loco puede atentar contra la realidad y la verdad de derecho.
La oposición venezolana en las últimas semanas ha querido cobrar más
visos de la realidad que tiene, y en ocasión de protestar contra la
Reforma Constitucional, ha incurrido en unos cuantos actos que traspasan
el cerco cínico de acostumbrada aceptación, de pura locura desatada,
lo cual debe llamar a reflexión, pues es necesaria la contención.
Con lo todo lo jocosa o triste o seria o lastimosa, le presento una
pequeña lista:
- Unas marchas dizque pacífica culminando con violencia
- Jóvenes intentando incendiar vehículos con humanos dentro
- Jóvenes quemando plantas de chaguaramos para llamar a atención
- Destrucción de la ciudad por vandalismo protestarlo
- Jóvenes chocando de frente con el llamado "rinoceronte" de la Policía Metropolitana
- Jóvenes intentando encadenarse a unas escaleras de un edificio de un poder público
- Plantas de televisión cubriendo la noticia de una concentración gubernamental enfocando las cámaras hacia lugares despoblados, con imágenes de satélite, se dirá.
- Marchistas que en público reivindican la imagen de un joven violador de mujeres policías, como Dixón Moreno
- Locos dirigentes razonando que los beneficios para los trabajadores -como la reducción de la jornada a seis horas- es un hecho lesivo
- Orates manipulando cifras,
magnificándolas, intentando hacerle creer a la gente que 20% es mayor
que 60%
Y así por estilo. Pasamos y ganamos, por salud propia.
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