Vamos a colocar las cartas encima de la mesa. Nada de eso de estar cayéndose a dulcificantes mentiras. Cierto es que deseamos la paz, queremos creer en la buena fe del humano, del hombre de la ciudad, del político opositor que hace vida en ella y que se supone ama a su país; hasta ahí todo bien, pero no debemos perder el estribo de la razón y de la desconfianza misma, aunque suene lamentable decirlo, en nombre de un humanismo y un deseo de progreso soberano que, como he denunciado otras veces, sobredimensionamos al momento de tasar al contrario.
Porque el contrario, la oposición, está en plan de guerra, entiéndase bien; la oposición venezolana (a veces creo que el gentilicio no se corresponde) no ha reflexionado nada y apunta a sumir el país en el humo de la guerra de no salir Chávez del poder ¡ya!
Nada de eso de ilusionarse porque transcurran unos días en calma y vea usted a una viejita por la plaza paseando a su mascota y que unos carajitos jueguen al fútbol por allá. Mantienen ellos, en términos de navegantes, una calma chicha. Se engatillan, planifican, cuadran sus toques, aceitan y maquillan sus maquinarias. Tienen entre ceja y ceja la ocasión contrarreformista en curso como una oportunidad de oro para desalojar al “tirano”. Buscan el modo cómo dar el zarpazo. Lamentan que los gringos anden empecinados con Irán y no los atienda, argumentando que Irán no tiene nada que no tenga Venezuela, ni en cantidad de petróleo ni en geoestrategia. Argumentan sus sesudos analistas que el jefe Bush está botando la bola, como la botó Adolfo Hitler durante la guerra cuando se empecinó en obtener una victoria de batalla en el imposible frente ruso estando la victoria de la guerra en África, con Rommel, el Zorro del Desierto. Y Venezuela es eso ahora, el futuro. ¡Auxilio, Bush! ¡Despierta!
Así como al capitalismo como modelo político económico le es inherente la exclusión, la pobreza y la desigualdad social , también tiene implícito como factor generador de sus plagas la expropiación, el secuestro de la riqueza y, sobretodo, la violencia como medida de sujeción de las masas. Es un determinismo, un gen de tipo mental (debe de existir) que entroniza una psicología del dominio por la fuerza en los individuos, aculturado a lo largo de años de ejercicio del modélico sistema y que no habrá de borrarse de las mentes sólo porque un día una mesnada de explotados diga que ya sus cuerpos nada botan al ser exprimidos.
El capitalismo es un sistema de la violencia de una minoría armada y privilegiada contra un colectivo harapiento que debe ser mantenido a raya en su realidad de desgracia y desbordamiento instintivo. Despliega en la práctica un severo sistema de premio-castigo como mecanismo de dominio hacia cuyo cedazo se empujan las masas, aterradas por la pesadilla de la marginación, gigantesca realidad de la desgracia donde se queda retenida la enorme mayoría de los individuos. Por los pequeños orificios de la red, cuyo proceso de ósmosis cobra la denominación de darwinismo social, sólo pasan contadas pepitas de oro, todo ellas preparadas para seguir perpetuando y concentrando la riqueza en sí mismas, hasta hacerse alud, armadas, por supuesto, con las herramientas de su propia naturaleza, esto es, la dominación y la violencia. La construcción de semejante teoría darviniana cobra aquí visos de aberración del norte de desarrollo humano, pues intenta convencerte de que tú eres un pedazo de pendejo que ocupas tu puesto de recogelatas en el mundo sólo porque no fuiste capaz de clasificar en la contienda, sin mencionar, cínicamente la teoría, maquiavélicamente, que tú no recibiste las mejores condiciones, como otros. De allí el cuento, cierto por demás, de este sistema de vida, que el rico cada vez es más rico y el pobre, más pobre.
De forma que ante un predeterminismo tal, mental y hasta biológico, no hay que bajar la guardia ante la oposición. Los jerarcas del sistema que se oponen hoy a los cambios en Venezuela sólo olfatean su extinción como sujetos de privilegios -que es donde la revolución se enfoca-, como los viejos dinosaurios cuando les sobrevino la glaciación y sobreviven ahora de manera osificada. El mayor peligro está implícito en el hecho que estás piedritas de oro comprenden que su futura desaparición como privilegiadas figuras en Venezuela no depende de un hecho atribuible a las fuerzas físicas de la naturaleza, sino a un hecho humano, completamente combatible, previsible y alimentador de esperanzas, dado sus recursos violentos.
Es así como no cabe estar haciéndose ilusiones con semejantes amos del pasado. Cuando callan es porque están tramando, y sólo dejarán de accionar cuando al paso de una generación (como decía Ortega y Gasset) hayan mutado, es decir, hayan sido desmontados de su visión de mundo egoísta, apabullados por el clamor ensordecedor de las masas, vale decir, nueva realidad. (Una generación dura 30 años, según Ortega). Mientras tanto su propia naturaleza los empuja hacia la violencia, el engaño y la maquinación, y se alían desde diferentes sectores para accionar contra un gobierno legítimo cuya única fortaleza temible para ellos es el apoyo de aquellos que expoliaron durante tantos años y de quien temen la eventualidad de una terrible venganza. He allí su problema de fondo, porque la circunstancia de que este gobierno sea democrático, legítimo y legal a ellos les resbala, debido a que sus mentores, EEUU y demás fuerzas imperiales, han hecho de la ruptura de esta bandera un modo de vida.
Así usted ve, bajo el cuento de salvar "su" patria, a un grupito de curas apoderarse del aparato católico y dar su aporte a la batalla: un manifiesto donde condenan que la mayoría -¡ay, pueblo ignorante!- decida y al mismo tiempo tienen el descaro de llamarla a la inconstitucionalidad; luego, caminando un poquito más allá, descubrirá a otros partícipes de la alianza, los empresarios, bichos de mala fe que han puesto su grano de arena escondiendo alimentos y alarmando a la población con proyecciones siniestras sobre la salud nacional; otro poquito más allá, avizora a la fauna política, nutrida ella de grandes nombres emblemáticos de la destrucción nacional pasada, nombres luminosos de la traición y de la venta de la moral que saltan como oprobiosos primates ante el ting ting del dinero; luego otro poquito para allá, los estudiantes de universidades privadas, amaestrados en el arte farandulero de consumir centimetraje de televisoras cámaras; otro tanto más allá, el caporal, el canal que los dirige, Globovisión, con su cámara de golpes en las manos y sus instrucciones imperiales en el bolsillo; y por aquí, no muy lejos, los disociados sencillos de la calle, terribles víctimas del experimento mediático, hombres y mujeres sencillos, con el cuerpo y hábitos de mendigo y los pensamientos de millonario, mirando en Chávez una amenaza para sus "propiedades". Porque es así, gente que nada tiene y nunca ha tenido nada, se alía con el explotador tradicional y defiende lo que no tiene, es decir, la riqueza de otros, no permitiendo su condición de conejillo de Indias comprender la realidad. ¿Qué diablos se le quita al que nada tiene, si fuera el caso que el gobierno "quita" y no equilibra? Un ejemplito de su pobreza es su oposición a la reducción de la jornada laboral, que los beneficia. Fin de mundo.
Y por ahí va el asunto. Si algo quita y corrige el proceso de cambios es el sistema de groseros privilegios, la conducida concentración de la riqueza y la vergüenza de ser país vasallo y lamepatas de intereses extranjeros. (Aquí se libró una guerra a muerte por la independencia política, por si se les olvida a los traidores).
¡Uh, uh, nada de cuentos tibios! ¡Nada de eso de bajar la guardia! Los soldados opositores de este país, que en realidad responden a imperiales criterios, no andan en ningún plan de reflexión, de altruismo político ni de ninguna conciliación nacional; por el contrario, andan en plan de guerra, al no dolerle lo propio nacional sino los bolsillos, al responder a su genética naturaleza cultural capitalista y al responder, de paso, a insensibles intereses extranjeros.
Tiene la oposición política venezolana la firme determinación de tumbar a Chávez o de empujar a Venezuela a una situación de aislamiento internacional y de embargo, como la que EEUU mantiene con Cuba. Por eso no es muy inocente la prédica esa de que vamos hacia el modelo cubano, cínicamente manipulada en esencia y forma. Se mofan de la necesidad que ha originado el bloqueo en la isla y le pintan al pueblo venezolano el cuadro chucuto de la necesidad misma, pero jamás le hablan del criminal bloqueo como bochornosa causa de sufrimientos. Es, pues, una determinación se dirá genética: Venezuela o es de ellos o de los gringos, pero jamás del pueblo, presintiendo en la noción pueblo las implícitas esencias de las humanas doctrinas que lo defienden.
No me como el cuento, por si acaso alguien quiere contármelo.
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