El sábado 10 del presente mes, me acerqué a la macha que realizó un sector
de venezolanos que se pronuncian en contra del referéndum aprobatorio de la
Carta Magna. Desde la tarima oía a un joven estudiante que vociferaba que la
avenida México estaba repleta, afirmación falsa, ya que caminé las dos cuadras
que tenía dicha manifestación política y los claros entre los asistentes eran
bastante pronunciados. Pero la poca asistencia no fue lo único que me llamó
la atención, entre otros aspectos: los pasos perfectamente alineados, de corte
militar de algunos, que por momentos me hicieron recordar las caminatas hechas
contra el presidente chileno Salvador Allende, las caras de desconfianza o rostros
inexpresivos que muchos de los asistentes reflejaban. Observé concurrentes que
se movilizaban en motocicletas Harley Davison y con atuendos salidos de las
tiendas Saks de la Quinta Avenida de N.Y. Las señoras, muchas con una blanca
e insuperable sonrisa y rostros que evidenciaban la aplicación de tratamiento
para atenuar los años y crear labios exóticos. Detrás de esas marchitas opositoras
percibí a grupos de personas que se teñían de pueblo, gente que a mi parecer
eran los empleados de dichas damas (tal vez obligados a asistir a este evento).
En resumen, la frialdad, arrogancia y vanidad de este conglomerado humano parecía
que iban a solicitar la democratización del Botox y no del poder, esto último
es lo que pretende la reforma constitucional impulsada por el presidente Hugo
Chávez, hecha pensando en las clases más desposeída de nuestra nación.
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