Venezuela pudo ver con imagen y sonido de alta resolución, el proceso de solidaridad (léase complicidad) que los sectores aparentemente más cultos y exquisitos del país ofrecieron al nuevo símbolo de la corrupción en el país. La solidaridad fue automática y se transformó luego en un estado de pleno goce cuando esa “exquisita elite”, supo que el gobierno del Perú había concedido asilo a Manuel Rosales. El hecho fue asumido y festejado como el logro de un objetivo estratégico, porque con ello, la oposición lograba preservar su modelo de hombre y resguardar un cerebro, que parece ser ingenioso para planificar y realizar atracos al patrimonio de los venezolanos.
Esa oposición recién había salido de un estado parecido con la operación de liberación de Nixon Moreno, que estuvo bajo resguardo en la casa que funge como espacio de Dios y del Vaticano en Venezuela. Los Obispos con el concurso del representante del Vaticano se propusieron liberar a Nixon y transformarlo en una especie de Ángel, cuyo intento de violación a una funcionaria de la Policía, debía verse y asumirse según ellos, como un supremo acto de cariño y amor celestial. Para los obispos y para la élite, Nixon Moreno era perseguido político y un compendio de valores. En el mundo de la oposición había razones para celebrar ese acontecimiento
No había pasado completamente ese estado de pleno goce y satisfacción en el mundo de la oposición por la huida de Nixon Moreno, cuando se produce la noticia del asilo a Manuel Rosales y eso generó revuelo y algarabía, que no debería de extrañarnos, pero si motivar a una reflexión que permita poner más en claro, las situaciones implicadas en ese proceso de solidaridad con la corrupción. Alguien pudiera despachar el asunto utilizando la polarización política como argumento explicativo y justificativo de esta solidaridad y complicidad, pero ese argumento no es suficiente para entender lo que está en el fondo de ese proceso de solidaridad automática. Por supuesto, hay solidaridad porque muchos opositores asumen esa decisión, como una manera de no darle el gusto a Chávez, pero hay que reflexionar para descartar, si en esa acción frustrada de violación a una funcionaria de la policía y de asesinar a un miembro de la policía de Mérida, no está presente un postura y un objetivo. ¿Serán esas acciones parte del programa que tienen los líderes de la oposición? ¿Es ese acto que nos comunica la gran enfermedad que existe?
La Solidaridad con el símbolo de la corrupción en Venezuela involucró a personas relacionadas con el mundo académico y universitario y esa complicidad, si es un dato con significado para comprender la dimensión de un problema. Supongamos que exista una razón muy política para enjuiciar a Rosales, pero es una verdad, la gran riqueza acumulada por ese símbolo de la corrupción en Venezuela, que no es posible justificar aún con los sueldos que tuvo como Gobernador.
Pero si esas solidaridades transmiten la dimensión de una grave y penosa enfermedad, angustia saber que haya espacio para asumir que Rosales, por el hecho de recibir un asilo, puede ser colocado en un plano de igualdad con hombres que son prácticamente parte de los grandes valores humanos que afortunadamente tenemos los venezolanos. Este lunes 04/05/2009, se tuvo la oportunidad de leer en un artículo de Omar Barvoza, una idea (ya es bastante) en la cual sugiere que Manuel Rosales es como Andrés Eloy Blanco, Gustavo Machado, Jovito Villalba y José Rafael Pocaterra.
Pienso que esa “idea” o sugerencia irrespeta la memoria de estos ilustre venezolanos. No hay una circunstancia que permita vincular ese mundo de antivalores que representa Manuel Rosales, con la fortaleza de hombre que fue José Rafael Pocaterra, Gustavo Machado, Andrés Eloy Blanco y Jovito Villalba.
Es posible que en la oposición no haya mucho espacio entre ellos para construir consenso, pero esa idea de concebir la política como una manera de tener una docena de fincas, muchas viviendas lujosas, un par de Jet ejecutivos, centros comerciales en “Miami” y mucho dinero con los atracos a los fondos públicos, es el consenso estratégico que define su manera de ser y de ver a Venezuela.
evaristomarcano@cantv.net