En un mundo ordinario, chabacano y chambón, donde el único sobreviviente es el dinero, en esta creación que nos ha tocado sentir la necesidad y llorar con el sufrimiento de nuestros hermanos, continentes llenos de desconfianzas, golpes de estado, amenazas de magnicidios y cientos de tropas de los Estados Unidos recorriendo cualquier recóndito lugar, cualquiera pradera, montaña, barrio y calle, donde todo sirve para conspirar.
En un país -Venezuela- donde la fascista oposición lanza cocteles molotov contra viviendas donde aun duermen tranquilos niños. Cuando aparecen tapizadas paredes de universidades con la foto de un miembro de su comunidad amenazándolo de ser agente del gobierno nacional.
En este país, donde gobernadores de los Estados Táchira y Zulia están vinculados con macabros grupos de paramilitares-sicarios provenientes de las impunes tierras colombianas.
Donde verdaderas mafias instaladas en la banca privada, medios de comunicación, concesionarios de automóviles, a quienes de paso tenemos que decirles Doctores, represan inmundos capitales de la codicia, los cuales han servido para asesinar a cientos de campesinos, trabajadores, dirigentes, lideres.
A los que empezamos a ver en acomodados y maquillados comerciales de televisión, radio, prensa e internet, engañando al mundo, exclamando que sufren por este país, mientras lo roban, saquean y hacen las más vulgares trampas para que este gobierno les de todos los dólares que se les antoja.
Pueblos burlados por tunantes prepotentes, chistosos de lujosas mesas de comida, donde prefieren botar lo que sobra en vez de dárselo a un hermano hambriento de los que incluso no tienen dinero ni para hacer las largas colas de los Mercal y Pdvales, donde también maltratan e insultan y piden, al igual que el rico para venderles un kilo de azúcar o leche, hagan un mercado, a pobres que no tienen para comer.
Igual prepotencia se ve en ministerios, bancos del Estado, Seniat, hasta en largas colas que van a un camión para poder comprar algo de comer.
Hombres que perdieron su color de tanto sol aguantado a diario, protegidos por un deshilachado sombrero con una matadora silla montada sobre un raquítico caballo de lomo partido.
Personas que han perdido sus dedos, brazos y piernas, otros con fuertes marcas que les acompañaran hasta el final de una tumba, y esto, solo por trabajar, por querer llevar yuca y plátano hasta una débil e improvisado tabla que funge de silla, donde su mujer e hijos llevan comida en una sola vianda de plástico, rodeada de pobreza y espantando moscas que merodean un largo y sucio cabello.
Almas que visten envejecidas con ropas y viejos zapatos tacón de madera, soportando deshilachados pies. Pantalones sin ojales, cosidos a mano su cierre y al humo de la melancolía de un cigarro que acompaña una incompleta comida.
Sobrevivientes de penurias, inmensos en calores y temibles humedades a 40, 30 o 15 metros sobre el nivel del mar, sin liquido limpio que tomar, ingiriendo una mugrienta agua llena de tierra, negra, caliente, la cual es devuelta desde sus pedazos de dientes podridos, picados, partidos.
Niños insultados delante de sus padres por “los amos de las tierras”, sin madre junto a quien llorar, porque los recientes hombres también lloran y se entristecen, también desean un juguete en días, donde los demás anuncian la navidad.
Soldadas y soldados insultados por sus superiores, soportando duras mierderas con morrales de campaña llenos de piedras, junto a sus fusil al hombro, cubiertos completamente de sus ropas y con un casco de acero el cual con las horas se hace mas inmensos en kilos que aplastan sus mentes, encaramados en un tobo y al pleno sol de toda una tarde.
Bonita forma la de hacer patria, humillando a nuestros muchachos, el ejercito libertador héroes de cinco naciones, quién no conoce la derrota en ninguna de sus batallas. Pueblo campesino que sigue escuchando al igual que sus padres, sirvientes, que debemos celebrar la navidad.
Pobre infeliz navidad, quienes aun sin saber nada, saben que algo pasa sobre el mundo, desheredados que sufren a pesar de todos los intentos del país. No hay feliz navidad con la ruin canalla burguesa, y menos si nuestras instituciones no cambian ante lamentos de pueblos con carreteras llenas de tierra, pocillos envejecidos de peltre y donde se come de una sola olla, con las manos y sin servilletas.
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