Es patética la imagen del joven con camisa amarilla pretendiendo despintar con gemidos la dura realidad. Por inexperto se hace trágico. Doloroso verlo chillar por haber perdido sus caramelos en la piñata electoral. No entiende: esos puestos tienen dueño y nombre. Eres melodrama, tu, y a quien representas; masa devenida en ganga, diseñada, y controlado, por los medios. Tus capataces te dieron una lección: mostrar, el poder y como usarlo.
Jóvenes a quienes desde la precaria fuente del conocimiento de sus apuntes de clase, se embaucó en aventura política hacia tierras adonde abunda el pan del sin sentido. Con mandones sin respuesta. Iluminados por la faramalla. Así descubres su reducido instinto de la prudencia y los miras incapaces de comprender la realidad, menos la política. Disciplina donde los canales mediáticos no lucen muy solventes.
A los jóvenes no se les preparó en las lides del manejo de la adversidad. Sino en el ritual de Disney. Nunca vieron la cara grave y dura de la política. Menos su significado.
Dices defender, no tu curul, sino la democracia; bárbara como necia, y pueril propuesta. No entiende el joven aprendiz del plebiscito, en este país todavía existen, clanes, tribus, castas, linajes, en cada estado, municipio y parroquia. Cada partido posee su mafia histórica, no serán ellos, con sus manitas blancas, nalgas al aire, quienes los desplacen. Salas, Radonskys, Allups, Mendozas, tienen posesión colonizada con artimaña y la zancadilla, los curules su secreto poder. Son capos de una indigna feligresía. Yongo no llores…. hazte cacique, trabaja como ellos, es la tradición.
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