Vienen 40 días de extremo calor y sequía sobre Venezuela

Del 21 de marzo al primero de mayo Venezuela experimentará 40 días de temperatura y sequias extremas por la confluencia de varios factores:

  • El aumento de la temperatura media global por el incremento en el consumo de combustibles fósiles,
  • El máximo impacto de El Niño. Ocurre al año siguiente al año en que se forma. El actual se formó en el 2023. Su máximo impacto es ahora, en el primer semestre del 2024.
  • La coincidencia con un máximo solar. Los máximos solares tienen un ciclo promedio de once años.
  • La declinación solar: el ángulo entre la línea del Sol a la Tierra y el plano ecuatorial. En el solsticio de invierno tiene un valor de +23.5° y en el solsticio de verano es de -23.5°. En los equinoccios el valor es cero.

El 2023 fue el año más caliente de todo el holoceno, desde los primeros indicios de la domesticación de plantas en el período Neolítico, alrededor del año 10.000 antes de Cristo. El 2023 registró una variación en la temperatura superficial promedio global de 1,4°C sobre el promedio de la época pre-industrial (promedio 1880-1900). En tierra firme el aumento fue considerablemente mayor: 2,3°C.

El 2024 tiende a superar al 2023 como el año más caliente que se haya registrado. Tiende a igualar o superar el límite icónico de 1,5°C: el límite máximo de aumento de temperatura para el año 2100 establecido en el Acuerdo de París de la Organización de Naciones Unidas.

El 2024 también tiende a convertirse en el año más frío de los próximos 30 años, con la posible excepción del 2025 por la influencia de La Niña.

Durante los últimos 2.000 años, durante la era Cristiana, la temperatura superficial promedio osciló alrededor de los 13,6°C, con variaciones máximas de 0,5°C por encima o por debajo de ese valor. Durante el Período Medieval Cálido, del siglo 10 al 13, la temperatura media global se elevó 0,4°C por encima del promedio histórico, aunque a nivel regional los cambios hayan sido más pronunciados. En Europa la temperatura media se elevó cerca de 1°C, suficiente para fundir macizos glaciares en los Pirineos.

Durante la Pequeña Edad de Hielo, entre 1550 y 1850, se presentaron tres periodos particularmente fríos: el Mínimo de Maunder (1645-1715), otro en 1770 y el último en 1850, separados por intervalos de ligero calentamiento. La temperatura promedio global se redujo 0,5°C durante el Mínimo de Maunder.

Figura 1

El 20 de marzo 2024 será el Equinoccio de Primavera. La radiación solar será entonces perpendicular sobre la línea ecuatorial, cuando el Sol la cruza en su movimiento relativo de Sur a Norte. A partir de entonces la perpendicularidad se desplaza progresivamente hacia el Norte.

A partir del 21 de marzo Venezuela será barrida de sur a norte por la declinación solar, hasta el primero de mayo cuando se alejará hacia el norte de las costas del país. Durante este período se registrará máxima incidencia solar, perpendicular sobre la superficie, progresivamente de sur a norte.

Durante 40 días Venezuela será sometida a máximos de temperatura y sequía, del 21 de marzo al primero de mayo 2024. Este año serán sólo 40 días con calor y sequía extrema. Dentro de 30 años pueden ser 300, con máximos significativamente mayores a los experimentados en la actualidad.

Si no se establecen medidas efectivas de adaptación, los impactos previsibles serán catastróficos.

Sólo con el aumento en la temperatura superficial promedio registrado hasta la fecha, 1,4°C, Venezuela ya perdió todos sus glaciares. Ya no hay "nieves eternas" en las crestas de las montañas de Mérida. Las legendarias Cinco Águilas Blancas hay huido despavoridas, de vuelta al firmamento.

Deberíamos reconocer este cambio histórico como lo que es: una tragedia nacional. Es quizás la señal más emblemática que debería disparar las alarmas por la avalancha de efectos adicionales que se avecina sobre el país, a corto plazo y por el mismo motivo, sobre una población inadvertida: sequías, inundaciones, aumento en el nivel del mar, incendios forestales, olas de calor, huracanes, pérdida de fuentes de agua y de fertilidad de los suelos, falta de alimentos, migraciones.

La pérdida de los glaciares también debería servir para concertar una política nacional efectiva sobre el calentamiento global y sobre las medidas de adaptación de la población a sus inevitables impactos.

El Acuerdo de París establece el compromiso mundial de limitar el aumento de la temperatura promedio global a un máximo de 1,5°C para finales de siglo en relación con el promedio de la era pre-industrial (promedio 1880-1900).

El aumento registrado en el 2023 fue de 1,4°C, correspondiente a la temperatura superficial promedio más alta en 120.000 años.

El 2024 tiende a destronar al 2023 como el año más caliente, por la confluencia de varios factores: el incremento en las emisiones de CO2 y otros gases de efecto invernadero, la incidencia del pináculo de El Niño, la coincidencia con un máximo cíclico solar y el incremento del desbalance energético planetario.

La tendencia actual conduce hacia un escenario catastrófico a corto plazo: un aumento en la temperatura promedio mundial de 2°C para el 2050, en apenas 26 años, y de al menos 3°C para finales de siglo.

Figura 2

La temperatura superficial promedio global era de 13,6 grados a inicios del siglo 20. El promedio anual del 2023 es de 15°C.

Pero en el trópico la temperatura promedio tiende a duplicar el promedio global, especialmente en las regiones más bajas, cerca del nivel del mar. En ciudades como Barinas, San Fernando o Acarigua el promedio anual es de aproximadamente 28°C.

Un aumento de 3°C a escala global implica un aumento de aproximadamente 6°C en el llano venezolano, en la costa, en el Sur del Lago y en la mayor parte de Guayana. En combinación con los niveles de humedad, se excederían con creces los límites de la resistencia humana.

Nos encontramos ante una emergencia climática nacional.

Es hora de actuar, con determinación y coraje, no sólo en nuestro propio beneficio, sino especialmente en defensa de derechos fundamentales de nuestros descendientes más inmediatos. No debemos evadir nuestras responsabilidades.

El complejo hidroeléctrico Leonardo Ruiz Pineda está a punto de colapsar. El embalse La Honda, represa Uribante – Caparo, estaba a dos metros del nivel mínimo el 11 de marzo 2024. Cayendo además entre 12 cm y 15 cm por día.

El gobernador del Táchira, Freddy Bernal, declaró ese día: "Políticos que adversan a la Revolución Bolivariana acusan al Gobierno por esta problemática. A quien se le puede reclamar es a la naturaleza, que en vez de producir 8.000 litros de agua por segundo, ahora produzca 2.800" (UN 11 03 24)

Atribuir la situación crítica del embalse a la naturaleza devela asombrosa ignorancia en el alto gobierno sobre lo que está ocurriendo. Es la actividad humana la que alteró el equilibrio energético de la Tierra, principalmente por las emisiones provenientes del consumo de combustibles fósiles. El calentamiento global no es más que la restitución natural del equilibrio alterado por la humanidad. Esta relación ha sido debatida por más de 30 años en el seno de la ONU. Venezuela ha sido parte de esas negociaciones desde sus inicios.

El gobierno debió tomar previsiones a tiempo para evitar este tipo de emergencias. No lo hizo. El que más sufre ahora es el pueblo más desposeído. Los estados andinos sufren ahora la suspensión del servicio eléctrico tres veces al día, durante 3 a 4 horas cada corte. La perspectiva para los próximos meses no es particularmente alentadora.

También se sabía que El Niño alcanzaría su máximo impacto durante el primer semestre del 2024. Tampoco se tomaron medidas de adaptación a tiempo.

En materia de cambio climático el país parece ir a la deriva, poniendo en riesgo la seguridad de la población y la habitabilidad de la mayor parte del territorio nacional en el lapso de una generación.

Estamos sin lugar a dudas ante una emergencia nacional de enormes proporciones. Debe ser atendida con carácter de urgencia.

Informe completo en este enlace



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Julio César Centeno

Ingeniero; estudios de maestría y doctorado en la Universidad de California. Profesor de la Universidad de los Andes. Director Ejecutivo del Instituto Forestal Latino Americano. Vicepresidente de la Fundación TROPENBOS, Holanda.

 jc-centeno@outlook.com

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