Algunos países como EE.UU y Reino Unido ya han tomado medidas para prohibir el glitter, un microplástico presente en productos para el cuidado personal como pastas dentales y esmaltes de uñas.
La industria de la moda es la primera que vanagloria el uso del «brillo» en prendas de vestir, cosméticos, productos de cuidado personal, etc. pero hace la vista gorda cuando se trata de tomar conciencia sobre el daño que ocasionan estos microplásticos en la vida marina.
¿De qué está hecho el glitter?
El glitter, también conocido como diamantina o brillantina está compuesto por micropartículas de plástico cubiertas con un capa delgada de color y otra capa reflectante, generalmente de aluminio.
Está constituido por un polímero llamado tereftalato de polietileno (PET), o Mylar, que termina en los vertederos o en los desagües y finalmente llega a las fuentes naturales de agua.
Los científicos advierten que el glitter está llegando a los océanos, donde los peces lo confunden con alimento, provocando graves daños en su aparato digestivo e interfiriendo en su normal comportamiento.
Además, cada pequeña parte brillante tarda miles de años en descomponerse.
Quienes son los responsables del glitter
El glitter es un plástico desechable por lo que entra en la categoría de «un solo uso». Genera grandes ganancias a sus fabricantes, pero estos no se responsabilicen por el daño que ocasionan.
Algunos países como el Reino Unido y los Estados Unidos ya han tomado medidas para su prohibición. De esta manera se busca cuidar el medio marino de una mayor contaminación por plásticos ya que estos microplásticos pueden llegar hasta los océanos y ser devorados por peces y crustáceos.
Al llegar al océano, el glitter se vuelve más tóxico
Estos microplásticos representan el 92.4% de los 5.25 billones de piezas de plástico que flotan en el océano. Allí, las partículas pueden absorber químicos y contaminantes, volviéndose aún más tóxicas.
Como sucede con otros microplásticos, la diamantina puede ser consumida por el plancton, que es comido por los peces, lo que significa que entran en la cadena alimenticia y podrían terminar en el plato de cualquiera de nosotros.
Ante ello, la Royal Society of Chemistry ha hecho un llamado a cambiar la forma en que la sociedad ve el plástico y lo conciba como una materia prima reciclable muy valiosa, parecida al metal y al vidrio, que vale la pena recoger para después ganarse unas monedas.