Los hombres nos distinguimos de los animales porque enterramos y veneramos a nuestros muertos; no hace razón de dos meses sembré a mi amigo-abuelo “Goyito”, y hoy me toca sembrar a mi tío Rafael Azócar Cabello, alías “Meño”, que en tierras de Monagas, en un pueblito conocido como “El Tejero”, el pasado 5 de julio del 2010, fue encontrado en su cuarto sin aliento, sin suspiros…De mis tíos de oriente, como siempre llamé, me quedan recuerdos hermosos de infancia. Correteos, juegos y mucho, pero mucho afecto; el llegar a las responsabilidades de la vida, a esa cotidianidad absurda de las relaciones en sociedad que nos hacen cada vez más aislados de los sentimientos y de las cosas grandes que de verdad tiene vivir y que pareciera que valoramos cuando estamos cerca del juicio final, me fui apartando de aquellos vínculos y así, por noticias, he ido informándome de los que van partiendo.
“Meño” no fue un letrado, pero sí un minucioso lector; no abonó méritos académicos, pero sabia, con delicada especialidad, todos los oficios; amó profundamente a la mujer; fue un ser romántico, interesante, profundo…, un caballero. Deja una estela de más de quince hijos, todos profesionales, gente productiva. Pero igualmente, “Meño” fue un soñador; un vaquero en tiempos modernos. Un sobreviviente de la violencia de la sociedad; un corsario buscando puerto seguro. Sin lugar a dudas, parte de esta vida consumiendo el último suspiro de la nobleza, la lealtad y la solidaridad.
Seres tan sensibles, desprendidos y silenciosos como “Meño”, tiende a irse pronto; demasiado rápido quizás, pero su partida obedece más a que son en demasía puros, inocentes, llenos de la riqueza humana que pocos cultivan y muchos contaminamos; “Meño” no se adjudicó falsos lugares, ni condición alguna para vivir lo que vivió; entendió la dureza de la vida, los pasos, las miradas, los atardeceres y sus mañanas, como las entiende un labriego de la montaña, con naturalidad. En una ocasión le pregunté cómo se sentía con lo que le rodeaba, y me contestó: “ajeno”. En aquél tiempo tenía apenas yo catorce años, cómo comprender la profundidad de su respuesta. A la distancia de casi treinta años, y con lecturas que me han permitido comprender un poco más de lo que estamos hechos, aquella palabra toma un significado trascendental: no soy de este mundo, busco mi propia morada. Y son frases creadas en su espíritu por los existencialistas, en este sentido, hoy que siembro a mi tío “Meño”, debo afirmar que fue un existencialista, un hombre devorado por sus necesidades de encontrar su mundo, su lugar en el universo.
A “Meño” hay que recordarlo con la alegría de como vivió. Lleno de simpatía, camaradería, entregado a toda aventura y a todo riesgo; pensarlo como un ave que siempre vivió cautiva, luchando contra los preceptos sociales absurdos, siendo rebelde, contestatario, auténtico…un ser humano. Hoy se han abierto las puertas de esa jaula de convencionalidades que le asfixiaban, ha quedado libre, airoso en el infinito azul de ese cielo que siempre contempló, y que quizás, él nunca lo advirtió, sería su morada. Mi abrazo a mi padre, que como nunca ha llorado en silencio la partida de su hermano Rafael, nuestro “Meño”.
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