Una cariñosa respuesta a mi camarada y hermano Juan Veroes

Sobre la Constitución de la Comuna

La estructura originaria del pueblo como dueño de su propio destino ejerciendo el poder constituyente que mana de su soberanía es la Asamblea Comunal. En ella residen todos los poderes que aparecen enumerados en “Los Seis Libros de la República” escrito por Jean Bodin en 1576 (…poder absoluto e imprescriptible, que da leyes y no las recibe, etc., etc.), origen del concepto de Soberanía, hoy consagrado en el Artículo 5 de nuestra Constitución Bolivariana, en el cual se establece que “La Soberanía reside intransferiblemente en el pueblo…”

El acto fundacional de la Comuna en gestación corresponde por tanto a la Asamblea Comunal en la cual deben participar todas y todos los miembros de la embrionaria Comuna. Por razones organizacionales la Asamblea elige y constituye el primer y más directo poder de gobierno sujeto a su examen y control: El Consejo Comunal, con sus respectivos voceros y voceras. Es razonable esperar que el Consejo Comunal (sus voceras y voceros) porten en su naturaleza ética, las virtudes y defectos, las fortalezas y debilidades presentes en el conjunto de los miembros de la Comuna, es natural, las voceras y voceros del Consejo Comunal no caen del cielo o vienen del espacio exterior. Lo que deseamos es llamar la atención –antes de ser abatidos, en muchos casos, por la sensación de fracaso- de la importancia que tiene el cuidado esmerado en la formación de los valores espirituales de cada uno de los miembros de la Comuna.

No tengo duda de que el paso más complicado para alcanzar el objetivo de una Venezuela comunal está sujeto a las cosas más pequeñas. La convivencia diaria, la capacidad para asumir al otro como nuestro prójimo es una de las claves de este proceso. Los mejores proyectos terminan en estruendosos fracasos si no tenemos la capacidad para vivir bajo los principios éticos de una cultura para la vida. Toda actividad humana tiene que estar orientada por su acoplamiento a unos fines éticos.

El hombre no puede vivir sin amor. Vivir sin amor lo hace un ser encogido y enconchado en sí mismo, un ser privado del sentido fundamental de la vida. Por eso la comuna ha de ser en primer lugar un espacio privilegiado para vivir la solidaridad con quienes más la necesitan. No ser solidarios en las cosas más sencillas y pequeñas castra todo el sentido social de la comuna. Para sembrar esta conciencia no hay que esperar. Si este principio se olvida, los logros que la comuna conquiste terminarán conduciéndola a la alienación y el fracaso. Lo que no se crea desde el amor se vuelve contra la persona misma.

Unas preguntas deben responder en Asamblea todos los miembros de una Comuna en gestación. ¿Por qué nos organizamos?, ¿para qué nos organizamos?, ¿quiénes se beneficiaran de nuestra organización? Al tomar parte de estos procesos no podemos dejarnos llevar por la euforia derivada de nuestros logros particulares. Así funciona el capitalismo. La Comuna debe orientarse al progreso de todos con absoluta lealtad, objetividad y sentido de responsabilidad. Debe irse viendo si luego de cada logro la comunidad se desarrolla y progresa, sin que nadie quede al margen.

Estas interrogantes éticas tienen que desafiar a todos los miembros de la Comuna. Si entre nosotros persisten los vicios o personas viviendo en condiciones inhumanas, nada se habrá logrado. No podemos organizar una Comuna con hombres lobos y corderos. Cierto que en cada hombre y mujer, niño y niña, hay algo de lobo y algo de cordero. Esta es una contradicción que hemos de ir resolviendo adquiriendo conciencia del deber social. Cada acto cotidiano nos irá aproximando a uno u otro extremo. La conciencia que tengamos de la distinción entre una u otra conducta presupondrá el logro ético. Será al final la propia conciencia la que determinará la condición de lobo o cordero. No será suficiente con la presión social para determinar la adopción de una determinada conducta. El hecho cultural es un gran condicionante de los valores de la conducta, pero al final será siempre la libertad consciente de cada persona la que determinará su conducta.

De las preguntas que debemos hacernos surgen otro grupo de sub-preguntas imprescindibles: ¿Es bueno lo que hacemos?, ¿es bueno para mí?, ¿es bueno para mi grupo?, ¿es bueno para todos? La Comuna debe responder a estas preguntas ante cualquier proyecto. En principio todas las respuestas están mediatizadas por el hecho cultural heredado de una sociedad capitalista. La fuerza con que el hombre persevera en la existencia es limitada, y resulta infinitamente superada por la potencia de las causas exteriores. Es aconsejable recordar que “existencia” equivale a la vida misma en términos de realización positiva y que por tanto se refiere a las fuerzas que el hombre emplea para vivir su condición humana.

Esto nos recuerda entonces la importancia que tiene para el conjunto de la Comuna la transmisión de valores a través de los medios de comunicación y la vida cotidiana misma, que los presentan como deseables y apetecibles. Esto es válido para toda la nación. Nos señala la indefensión en que se encuentra la persona ante estos monstruos formadores de opinión. Debe pues, la Comuna, organizar seminarios, debates, encuentros o foros en los cuales se haga resistencia a los antivalores recibidos. Deben los cuadros revolucionarios, prestar su colaboración máxima y hacerse presentes en las comunas. Hay que construir un espíritu comunitario acorde con el socialismo integral que pretendemos. Para ello, se hace imprescindible la participación de todas y todos. Sólo si construimos sobre cimientos sólidos podremos vencer la cultura de la muerte inoculada por siglos de capitalismo. Mucho antes que diagnosticar los problemas del barrio hay que diagnosticar nuestros propios problemas. Sólo si el diagnóstico nace de hombres y mujeres nuevos, los proyectos y su planificación estarán orientados al bien y la justicia.



¡PATRIA SOCIALISTA O MUERTE!

¡VENCEREMOS!

¡CHÁVEZ ES SOCIALISMO!

martinguedez@gmail.com


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Martín Guédez


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